¿Cómo nacó el concepto de canción del verano? ¿Por qué no la canción del otoño o del invierno, o de la primavera que es más romántica? Lo cuenta con mucha claridad la bloguera norteamericana Judith Lynch. Y el origen, en los años 60, es aún más calculadamente comercial de lo que nos imaginábamos.

En el verano de 1960 triunfó Will you still love me tomorrow, una canción de las Shirelles compuesta ¡por una niña de diez años! Esa niña resultó ser luego Carole King, compositora de la mitad de los éxitos poperos de esa década, y de los suyos propios, como It’s too late.

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Al ver el triunfo entre los jóvenes de su edad (y de hasta 13 años), los directivos de las discográficas hicieron un cálculo: cada adolescente (casi niños) disponía de algo más de un dólar a la semana para gastar en sus inocentes divertimentos; eso, viendo las estadísticas, sumaban unos 15 millones de dólares disponibles para gastar, aunque no todo fuera en discos.

Así que comenzaron a grabarse canciones en mayo, para lanzarlas en junio y tenerlas triunfando el resto del verano, sabiendo que la vida media de los éxitos en aquellos tiempos eran seis semanas. Hay que recordar también que entonces no había iTunes pero ya se había inventado aquello de lanzar canciones sueltas, en singles. Es más, el negocio discográico empezó así, no en LP (long play) de 10 o 12 temas; ya decía el famoso productor y compositor Phil Spector que un LPcontaba con «dos éxitos y ocho pedazos de mierda».

La idea funcionó y no solamente siguió haciéndolo con los «infantiles» sino con los «juveniles» en los que luego se fueron convirtiendo con el paso de los años. De hecho, a ellos no les iban sirviendo los temas blanditos de pop, y el concepto de canción del verano se fue extendiendo a otros géneros.

Lo gracioso que dicen las estadísticas es que, al ser canciones ya pensadas para el verano y para chavales muy jóvenes, la mayoría de las letras de los temas mencionan la palabra «verano» y son de pop, ya que es el género más inofensivo (hay que darse cuenta de que los padres tenían que autorizar que aquello se pusiera en casa).

Y lo curioso es que así seguimos desde entonces…

Redacción QUO