Priligy (dapoxetina), la primera pastilla para tratar la eyaculación precoz, ya está en las farmacias. La nueva píldora mágica retrasa el tiempo de aycaculación, concretamente lo multiplica por tres o por cuatro. Priligy no la financia la Seguridad Socia, y se vende con receta a 11,80 euros la dosis de 30 mg y a 15 euros la de 60 mg.

Para los que hayan decidido probarla, les adelantamos el manual de instrucciones: solo se puede tomar una al día, y aunque su mecanismo de acción es rápido, no tiene nada que ver con el de las píldoras para tratar la impotencia, que surten efecto en 30 minutos.

Así que, si la pareja sale a cenar, el chico debería tomársela a mitad de la cena, porque el pico de concentración en sangre de la molécula se alcanza entre una y tres horas después de ingerirla. La pareja puede olvidarse de tomar una copa después: la nueva pastilla milagro potencia los efectos, y la toña podría ser de escándalo. En cambio, si además de eyaculación precoz tiene dificultades para mantener erecto el pene, puede tomarla con cualquiera de las pastillas contra la impotencia.

Priligy está llamada a ser tan famosa como Viagra. Desde 1998, la píldora azul ha solucionado los problemas de erección de 2 millones de españoles; entre 3 y 4 millones podrían tomar la nueva pastilla, porque la eyaculación precoz es la disfunción sexual más frecuente: la sufren entre un 20% y un 30% de los hombres en algún momento de su vida, y hay estudios que elevan esta cifra hasta el 40%.

Nadie lo diría, atendiendo a conversaciones entre amigos. ¿Quién, de puertas afuera, no dura en la cama más que el muñeco de Duracell? La realidad es muy distinta: el sexo fugaz involuntario está a la orden del día, aunque muchos hombres, y sus parejas, acaben resignándose a una situación que las sociedades científicas de medicina sexual no dudan en calificar como enfermedad.

¿Cuáles son sus síntomas? Según la International Society of Sexual Medicine: “Se caracteriza por una eyaculación que siempre o casi siempre tiene lugar un minuto o menos después de la penetración del pene en la vagina, presenta una incapacidad para retrasar la eyaculación en todas o casi todas las penetraciones vaginales y tiene consecuencias personales negativas, tales como angustia, preocupación, frustración y evitación del contacto sexual íntimo”.

Redacción QUO