A 65 imágenes por segundo, la foto es otra: se ve cómo las balas impactan en un cuerpo, se aprecia la rotura de un hueso, casi se huele la goma quemada de una rueda al impactar en el suelo tras un salto inverosímil. ( Ir directamente a la galería).

Es algo que solamente saben dos personas: el fotógrafo y el stuntman (especialista de cine y de actuaciones en vivo) que está al otro lado del objetivo, masticando cada segundo con la cámara lenta de su cerebro. Disfrutando, según ambos.

Jeffrey R. Werner, el autor de las fotos de este reportaje, vive desde hace 30 años de la adrenalina prestada de una saga de especialistas que, sobre todo en EEUU, donde la regulación de espectáculos es mucho más permisiva que en Europa, continúan dando al público lo mismo que los gladiadores de siglo II a. de C.: la emoción de la gloria o la muerte ajenas en directo.

Récords prescindibles

El ídolo del fotógrafo y de todos los seguidores de estos espectáculos extremos fue y será siempre Evel Knievel, un auténtico adicto al riesgo que llegó a estar un mes en coma tras intentar saltar por encima de las fuentes del (tremendamente hortera) Caesars Palace Hotel de Las Vegas en 1968.

Pero no se desanimó y, aparte de otros récords perfectamente prescindibles para la Humanidad, conserva el Guinness de la persona con más huesos rotos del mundo: un total de 35, y todos diferentes. Para luego morirse, en 2007, como cualquier abuelete inofensivo: de una complicada afección respiratoria.

El caso de Johnny Kazian es casi romántico, porque retomó hacia 1960 un tipo de espectáculos clásicos que nacieron con la primera aviación, con menos parafernalia pero más ingenio, más circenses. Su número preferido y más aclamado era realmente impresionante: se ataba sobre el ala superior de un biplano de 1940 y a casi 350 km/h ordenaba a su piloto, Jim Franklin, que rasara, dado la vuelta, una estrecha trinchera en el suelo.

Así, Kazian “solamente” tenía que alargar el brazo y pintar con tiza roja el suelo, como prueba de su hazaña. Y se retiró intacto.

Redacción QUO