Según la correspondencia que la irlandesa Emily Valentine mantuvo en la década de 1950 y los registros escolares de cuando era niña, Valentine disputó partidos con el equipo de su colegio, en el que solo había niños. Dos de ellos eran hermanos suyos. Los encuentros se disputaron contra rivales locales, otros centros educativos. Aparte del de Valentine, solo hay otro testimonio que recoja la existencia de rugby femenino en todo el siglo XIX: el de un intento fallido de montar un equipo de mujeres en Nueva Zelanda, en 1891. Después de eso, existen casos aislados de jugadoras de rugby en Francia, Australia, Estados Unidos, Inglaterra y Nueva Zelanda, pero pasó casi un siglo hasta que los equipos femeninos brotaron con normalidad. Fue en Nueva Zelanda, donde los clubes del (entonces denominado) ‘sexo débil’ comenzaron a tomar forma en los años setenta. El primer partido internacional es relativamente reciente: se disputó en 1982.

Redacción QUO