Este viernes nos hemos despertado con una de las peores noticias desde que comenzara el dispositivo de rescate de 12 niños y su entrenador atrapados en la cueva tailandesa de Tham Luang. Uno de los espeleólogos que formaba parte del equipo de salvamento, Saman Gunan (de 38 años), ha muerto tras quedarse sin oxígeno cuando estaba de vuelta a la salida de la cueva. Según han informado desde el país, perdió la consciencia al quedarse sin oxígeno cuando pasaba por uno de las zonas inundadas. ¿Cómo un buceador experto ha podido fallecer de esta manera?

[image id=»97198″ data-caption=»Credit: José Antonio Berrocal, presidente de la Asociación Española de Espeleología y Barrancos» share=»true» expand=»true» size=»S»]

Para poder entenderlo, nos hemos puesto en contacto con José Antonio Berrocal, presidente de la Asociación Española de Espeleología y Barrancos quien sopesa lo que puede haber sucedido: “La situación estos días está siendo muy caótica en el lugar, con la entrada y salida de personas de la cueva. Puede que alguien haya utilizado una botella de aire comprimido del equipo autónomo más allá de las normas de seguridad establecidas: que dicen que hay que dejar siempre para el retorno como mínimo 2/3 del contenido de la botella. Quizá no haya consultado el barómetro que le indica el aire comprimido restante, haya calculado mal la distancia o el tiempo que iba a invertir o que haya usado una botella que no era la suya”.

La situación en las zonas que están inundadas es muy complicada: zonas con aguas turbulentas y de baja visibilidad. Por lo que es comprensible pensar, que un contratiempo haya obligado a Gunan a usar más oxígeno del permitido. Pero, ¿cuánto aire comprimido tienen estas bombonas? En principio, un modelo estándar en este tipo de operaciones es de 150 litros, una cantidad que el buceador debe saber administrar en todo el operativo: 1 tercio para entrar, otro tercio para salir y un extra para situaciones de emergencia. Pero el consumo para cada persona varía según diversos factores que nos aclara Berrocal: “La altitud sobre el nivel del mar, la profundidad o el ritmo cardíaco de la persona que lo usa, influyen. El consumo, por lo tanto, no es un cálculo preciso, no se puede hablar de minutos. Nos fijamos en porcentajes: si se consume el 30% de la bombona, el buceador tiene que volver”.

¿Pudo haber sufrido una narcosis?

[image id=»97195″ data-caption=»Credit: José Antonio Berrocal, presidente de la Asociación Española de Espeleología y Barrancos» share=»true» expand=»true» size=»S»]

Según las primeras informaciones que nos llegan desde Tailandia, el hombre fallecido perdió la consciencia por la pérdida de oxígeno, pero según Berrocal “esto puede ocurrir como efecto de la narcosis, el propio aire comprimido contamina la sangre y se da ese repentino desmayo. Si no ha hecho bien las descompresiones, ha usado durante mucho tiempo el mismo tipo de aire comprimido o lleva muchas horas trabajando, son factores que hacen que reaccione mal”.

Esta es otra teoría de lo que pudo haber pasado según la experiencia de Berrocal en el campo, ya que entiende que si se te acaba el oxígeno, lo que sucede es que mueres por ahogamiento. Así que habrá que esperar a que se estudie a fondo el caso para saber realmente qué es lo que ha sucedido: si se trató de una mala praxis del buceador o si hubo algún error humano externo o del propio barómetro de la bombona que hiciera que el fallecido no pudiera comprobar realmente el oxígeno real que le quedaba.

Por el momento, el objetivo principal es que no haya más muertes y que todos los implicados salgan con vida de la cueva. Pero, ¿cómo? Por el momento, ante el miedo de la merma de oxigeno en la cueva (ha bajado del 21% al 15%) y la posibilidad de que se llene aún con más agua por las lluvias, se quiere intentar sacar a los niños buceando, pero viendo lo ocurrido, quizá haya que buscar otra opción. Así lo cree Berrocal: “A mí el rescate acuático se me antoja muy complicado, porque son personas que no tienen experiencia de buceo y que en su primera inmersión se les pide que tengan que pasar horas bajo aguas turbias, en espacios estrechos, y ya hemos visto la dificultad que cuesta llegar desde el exterior a donde ellos se encuentran. Lo vería como una última solución”.

Alberto Pascual García