Kelli Rowlette no sabía que un simple test de ADN iba a revelarle una verdad escondida durante más de 3 décadas: quien creía era su padre biológico, realmente no lo era. Se encontraba a 800 kilómetros de Washington, en su antigua ciudad natal, en Idaho Falls, y se trataba del doctor que ayudó a su madre a quedarse embarazada en los años 80. Una revelación tras otra que ha resultado en duros golpes para la joven y para sus padres, quienes ni siquiera habían contado a su hija que habían acudido a un centro de fertilidad para poder engendrarla. Ahora la familia ha denunciado al doctor, quien se encuentra retirado.

La página web que le proporcionó los datos fue Ancestry.com, la cual está especializada en dar información genealógica sobre las personas que acceden al servicio. Una vez dentro y con los resultados del test de ADN en la mano, pueden surgir coincidencias, algunas de las cuales no se corresponden con los padres biológicos, lo que hace que haya personas que descubran una realidad que no se esperaban. Como ha sido el caso.

En un primer momento, Rowlette solo recibió información de que su muestra coincidía con la de un doctor que estaba a unos 800 km de distancia. Tenía un nombre, una profesión, pero antes de hacer nada se lo contó a sus padres, quienes reconocieron la persona que era al instante pero decidieron no decir nada a su hija. Ya había sido un duro golpe saber que sus progenitores habían acudido a una clínica de fertilidad, por lo que no querían que conociera todos los detalles. Pero pasaron unas semanas y ella lo descubrió por su cuenta cuando dio con su certificado de nacimiento, el cual había sido firmado por la misma persona de la que tenía constancia.

Ahora quieren que la noticia se conozca con el propósito de responsabilizar a las partes responsable por una violación grave de confianza. El doctor, Gerald Mortimer, había estado inseminando a la madre de la joven durante 3 meses con su semen y el del marido, hasta que finalmente fueron los espermatozoides del médico los que lograron el milagro que llevaban esperando sus padres desde hacía años (ella tenía un problema en el útero y él espermatozoides lentos). Ellos creían que «el material genético» se trataba de un joven universitario, pero nunca que fuera a ser él, si no habrían parado el proceso.

Ahora la familia está devastada y esperan que el doctor se haga responsable del daño causado. No han trascendido las razones de por qué lo hizo.

Fuente: The Washington Post

Alberto Pascual García