Esta momia fue exhumada en 1983 en la Basílica de San Domenico Maggiore ubicada en Nápoles, Italia. Perteneció a un niño de dos años que falleció en torno al año 1569. Los análisis realizados en el momento de su hallazgo revelaron señales de que el pequeño podía haber padecido la viruela. Pero, ahora, las pruebas de ADN que se han hecho a dichos restos han servido para descubrir la verdad. El niño no tenía viruela, sino hepatitis B.

En algunos casos, los niños afectados por dicha enfermedad pueden desarrollar lo que se conoce como síndrome de Gianotti-Crosti, un tipo de erupción cutánea infantil que a veces provoca que aparezcan en el rostro unas marcas que pueden confundirse con las que causa la viruela. Y eso fue, sin duda, lo que confundió a los investigadores que realizaron los primeros análisis.

Pero, ahora, gracias a las muestras de ADN extraídas de la piel y el pelo de la momia, investigadores de la Universidad de Pisa han logrado secuenciar el genoma completo de una antigua cepa del virus de la hepatitis B. Y lo que más les ha llamado la atención ha sido observar lo mucho que se parece a las modernas, lo que revela que este virus ha evolucionado muy poco en todos estos siglos.

Lo que los científicos todavía no tienen es una estructural temporal de la evolución de dicho virus, es decir, no saben aún en que momento se produjeron esas pequeñas mutaciones que diferencian la cepa antiguar de las actuales. De cualquier forma, este hallazgo supone la evidencia más antigua existente de esta enfermedad.

Hasta la fecha, el primer registro de una epidemia de hepatitis B databa del año 1885, fecha en la que se le diagnosticó esta enfermedad a más de cien obreros que trabajaban en un astillero en Alemania.

Vicente Fernández López