Ya se conocían los efectos positivos que a nivel psicológico tiene abrazar y acariciar a un recién nacido. Pero, ahora, un nuevo estudio realizado por la Universidad de la British Columbia, en Canadá, revela que los efectos de ese cariño tienen una influencia que se aprecia incluso a nivel celular.

Los investigadores realizaron un experimento con cien parejas de padres, la mitad de los cuales abrazaban y acariciaban habitualmente a sus hijos, mientras que el resto no tenían un comportamiento tan afectuoso con sus bebés. Cuatro años después, los autores del estudio observaron que entre los niños de ambos grupos existían diferencia notables en un proceso conocido como metilación del ADN. Se trata de un mecanismo durante el cual algunas partes de los cromosomas son marcadas con moléculas de hidrogeno y carbono, lo que a menudo afecta al modo en que se expresan los genes.

Y lo que observaron los investigadores fuere que este proceso afectaba de manera diferente a los bebés de ambos grupos, influyendo en factores genéticos relacionados con el sistema inmune y el sistema metabólico. Por si eso fuera poco, también comprobaron que los marcadores genéticos de la sangre y los tejidos mostraban que los bebés que habían recibido menos abrazos, tenían una edad epigenética inferior a la que les correspondía. Este hallazgo es especialmente importante, ya que estudios previos han demostrado que cuanto mayor es la diferencia entre la edad estimada a partir de los niveles de metilación y la edad cronológica, mayor es el riesgo de muerte de la persona.

Los investigadores reconocen que aún no son capaces de explicar por qué se producen esas diferencias entre ambos grupos de recién nacidos. Pero los resultados son lo suficientemente interesantes como para seguir investigando los mecanismos que provocan que los abrazos y las caricias sean capaces de influenciar a nivel genético a un recién nacido.

Vicente Fernández López