Un cáncer ha acabado a los 87 años con la vida de Salvatore Totò Riina, considerado el capo mafioso más sanguinario de todos los tiempos. Apodado La Bestia (aunque nadie se atrevía a llamarle en su cara por ese apodo), era el jefe del clan de los Corleonesi, y estaba en prisión desde 1993. Acumulaba sobre sus espaldas 26 condenas a cadena perpetua, ya que se considera probado que cometió personalmente 40 asesinatos, y que ordenó al menos otros 110, entre ellos el que acabó con la vida del juez antimafia Giovanni Falcone.

Riina nació en 1930 en la localidad siciliana de Corleone y con solo dieciocho años cometió su primer asesinato para la familia Corleonesi. Un año después, entraba por primera vez en prisión. Durante los años 50 fue escalando puesto en la familia y, ya entrada la década de los 70, se convirtió en el capo de la misma, tras acumular decenas de asesinatos sobre sus hombros.

En 1974, inició una guerra contra las grandes familias mafiosas de Palermo, para controlar el negocio del tráfico de drogas. Se inició así un baño de sangre que llegó incluso hasta Estados Unidos, y que duró hasta bien entrados los años 80, en el que murieron más de mil mafiosos de todas las familias. Pero Riina, que vivía ya desde hacía dos décadas en la clandestinidad permanente, atacó también al estado ordenando el asesinato de carabineros y funcionarios. En 1982 ordenó el asesinato del general Carlo Alberto Dalla Chiesa, nombrado prefecto de Palermo, y en 1992 el brutal atentado que acabó con la vida del juez antimafia Giovanni Falcone, además de su esposa y sus guardaespaldas, mediante una bomba colocada bajo el firme de la autopista por la que circulaba su coche.

Además, sus esbirros tenían un apartamento en Palermo denominado la Habitación de la Muerte, dónde se torturaba y asesinaba a enemigos e informadores, cuyos cadáveres eran posteriormente disueltos en ácido.

Pero aquel atentado contra Falcone (sumado al que posteriormente acabó con la vida de otro juez, Paolo Borsellino) supuso el inicio del fin para él. Las autoridades le declararon una guerra sin cuartel, y en 1993 fue finalmente detenido mientras estaba parado con su coche en un semáforo. Dicen que durante el juicio, celebrado a puerta cerrada, Salvatore se dedicó a gritarle a los policías y a los jueces que eran unos comunistas.

Nunca volvió a salir de la calle pero, aunque sus contactos con el exterior estaban muy limitados, se cree que durante un tiempo siguió dirigiendo los negocios de los Corleonesi. Aunque, finalmente, la dirección de la familia la tomó Bernardo Provenzano, quien acabaría siendo detenido en 2005.

Vicente Fernández López