Después de leer esto, creemos que te quedará bastante clara la razón por la que jamás hay que tirar toallitas húmedas al retrete. La fotografía superior que acompaña este artículo muestra una masa nauseabunda compacta formada por objetos no identificados a simple vista.

Para poner la mole en perspectiva (a las que se conoce como fatbergs), debes saber que es más larga que dos campos de fútbol americano (250 metros) y tan pesada como 11 autobuses de dos pisos (130 toneladas). Según informa la BBC, la masa está compuesta de una amalgama de artículos de higiene personal desechables, como preservativos, pañales y, sobre todo, toallitas húmedas. Los aceites esenciales, las grasas, restos de alimentos (salsas, etc) y las sustancias químicas que contienen estos productos, ha creado una especie de pegamento que ha provocado la creación de un potente fatberg que ha bloqueado un túnel de alcantarillado del este de Londres.

Un problema para el gasto público y para los propios ciudadanos

La popularidad de las toallitas húmedas ha aumentado de forma exponencial en las últimas décadas: para quitar el maquillaje, para el bebé, como papel higiénico, para lavar la ropa o para limpiar la casa. El problema de esta tendencia es que la publicidad de estos productos, enfocada a destacar las bondades de estos con el medio ambiente, no dejan clara a la sociedad qué se puede tirar por el váter y qué no. Este ‘malentendido’ está provocando daños severos a nuestra infraestructura de aguas residuales.

Según informó The Atlantic el pasado año, en 2015 las ventas de productos de ‘limpieza húmeda’ superaron los dos millones de euros. Mientras que los fabricantes aseguran que sus productos son aptos para tirar por el inodoro, el presupuesto oficial y los ciudadanos de muchos lugares se están viendo afectados con más frecuencia por estos monstruos gigantes.

En 2013, las autoridades británicas encontraron un fatberg de diez toneladas (que viene a ser similar al peso de un autobús) en otra alcantarilla. Tuvieron que desembolsar 445.000 € para poder eliminarlo. Y según un informe de 2015 elaborado por C & EN, la ciudad de Nueva York ha gastado en los últimos años más de 15 millones de euros para eliminar toallitas húmedas de sus instalaciones de tratamiento de aguas residuales.

Numerosos consumidores han presentado demandas judiciales contra los fabricantes de estos productos a consecuencia de las tuberías dañadas. Del mismo modo, la ciudad de Wyoming (Minnesota, EEUU), presentó una demanda colectiva en 2015 contra seis fabricantes de toallitas. Aseguraban que los productos húmedos arrojados al váter habían dañado la infraestructura municipal. El juicio citó a muchas otras ciudades y condados que se habían visto afectados por causas similares, incluyendo Denver, el Condado de Orange, California, Raleigh, Carolina del Norte y San Antonio (Texas).

Según Rob Villee, director ejecutivo de la Autoridad Regional de Alcantarillado del Área de Plainfield (Nueva Jersey), el problema ya haya causado el gasto de miles de millones de dólares en todo el mundo. «Este es un problema internacional», aseguró a The Atlantic. «Esto no es Estados Unidos, esto no es Canadá. Es Inglaterra. Es España. Es Australia. Es Israel. Es Francia».

Tanto los fabricantes de toallitas como los representantes de la industria de los tejidos que utilizan, reconocen que hay problemas con algunas de las toallitas del mercado. Pero sostienen que están luchando por que todos los fabricantes cumplan los estándares de prueba que se han establecido para que las toallitas se puedan tirar por el inodoro. Dichos estándares involucran un total de siete pruebas que evalúan la desintegración y degradación, el drenaje y la sedimentación de fibras. La industria de los productos de limpieza higiénica húmeda también argumenta que la mayoría de bloqueos y fatbergs que provocan daños en las infraestructuras son causados por productos de limpieza que arrojan los consumidores que jamás fueron diseñados para arrojarse al váter, tales como los pañales o las toallitas para bebés.

Rafael Mingorance