[Atención, spoiler] Hace poco pudimos saber que Jon Snow y la Madre de Dragones mantenían relaciones sexuales sin tener la más mínima idea de que en sus venas corría la misma sangre. Una vez revelada la identidad auténtica de Snow (Aegon Targaryen), las cosas se vuelven un poco incómodas, ya que el árbol genealógico deja a Jon Nieve como sobrino de Daenerys (por tanto, legítimo heredero de la casa Targaryen).

El incesto es algo que nunca ha preocupado a esta familia, de ahí que haya rasgos tan parecidos entre muchos de ellos. No obstante en la vida real las cosas no serían tan sencillas. No solo a nivel moral, sino también en cuanto a la salud: el incesto incrementa las posibilidades de que la descendencia tenga enfermedades y malformaciones genéticas.

Los riesgos que se corren, los puede calcular cualquier genetista. Es el caso de Jonathan Pettitt, de la Universidad de Aberdeen, quién en un artículo publicado en Inverse, asegura que Daenerys y Jon Nieve comparten entre un 44% y un 47,5% de ADN. Teniendo en cuenta que dos hermanos comparten en torno al 50%, podríamos decir que el lazo sanguíneo es fuerte.

Un bebé concebido en estas condiciones, tiene altas probabilidades de nacer con problemas. A esto se añade los incestos previos a los de estos dos guapos de GoT, ya que la herencia genética de ambos ya es de por sí una bomba de relojería a consecuencia de las relaciones endogámicas de sus antepasados. Según explica en el artículo: «Cualquier hijo de Jon y Daenerys tendría un coeficiente de endogamia (calculado como la mitad de su coeficiente de parentesco) del 22%. Un poco menos que el de Carlos II de España, aunque no por mucho».

En cuanto a esto, «decir que un bebé va a salir mejor que Carlos II de España, sin embargo, no dice gran cosa. El monarca y último miembro de la Casa de Habsburgo era un hombre de apariencia poco grata. Su coeficiente de endogamia —un número que calcula el grado en que sus antepasados cometieron incesto— era del 25,4%. (El de Daenerys es del 37,5%). Se dice que Carlos II tenía una cabeza grande y deforme, no podía masticar y era retrasado».

Rafael Mingorance