El juego de pelota fue muy popular entre los pueblos de Mesoamérica, incluidos los aztecas. Y, ahora, un equipo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, ha descubierto las ruinas (en lo que fue la antigua azteca, Tenochtitlan) de una de las canchas dónde se practicaba este juego (que además de enfrentamiento deportivo), tenía un significado ritual.

Este deporte se parece en muchos aspectos al actual volleyball. Los jugadores (generalmente cuatro), tenían que mantener la pelota (una bola maciza fabricada con hule) en movimiento, sin dejar que cayera al suelo. Se la golpeaba con las manos y las piernas, aunque en ocasiones parece que también se usaron palos o primitivas raquetas. Y con el paso del tiempo se añadieron unos aros de piedra a través de los cuales había que colar la bola para marcar un tanto.

Las crónicas cuentan que Hernán Cortés presenció este juego en Tenochtitlan, motivo por el que los investigadores especulan con que pudiera haber sido en la misma cancha que ahora se ha encontrado.

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Pero, los arqueólogos también han hecho otro macabro descubrimiento en el mismo lugar. Se trata de los restos humanos de más de treinta personas, que probablemente fueron sacrificadas antes o después de los encuentros. Y es que el juego de pelota, además de un deporte, era un espectáculo brutal.

Se sabe que los aztecas realizaban sacrificios humanos en las canchas dónde se celebraban los encuentros. Lo que los historiadores aún no tienen claro es quienes eran las víctimas inmoladas. Algunos creen que se trata de esclavos, pero otros investigadores defienden la tesis de que se trataba de los jugadores del equipo perdedor. Quienes defienden esta hipótesis, se basan en el Popol-Vuh, un valioso códice precolombino en el que se describe este juego y se exige la vida de los perdedores.

Lo cierto es que en muchas de las canchas descubiertas, hay bajorrelieves que muestran sacrificios humanos durante los partidos, y que permiten saber también que las calaveras de las víctimas eran colocadas alrededor del campo de juego. Pero aún sin los sacrificios, el juego era de una dureza extrema. El cronista español Diego Durán relató que algunos jugadores podían morir cuando la pelota les golpeaba en la boca o en el estómago.

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Hay que decir que no es ni correcto ni útil juzgar a los pueblos y culturas del pasado en función de nuestros parámetros molares o éticos, pero es evidente que algunas de las costumbres de los aztecas resultan aterradoras vistas con los ojos de hoy.

Su ferocidad como guerreros era legendaria. Pero el terror que infundían a sus enemigos es más fácil de entender si se tiene en cuenta que muchos de ellos se disfrazaban con vestidos fabricados con piel humana. Además, eran expertos en desollar a los prisioneros, lo que les permitía arrancarles la piel del rostro íntegra, para usarla como máscara.

Para aterrorizar aún más a sus enemigos, los aztecas usaban antes de entrar en combate una especie de silbatos con forma de calavera, cuyo estremecedor sonido se asemeja al lamento de una persona en plena y dolorosa agonía.

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También es de sobra conocido que los mexicas (nombre que les dieron los conquistadores españoles) realizaban sacrificios humanos de forma habitual. Pero probablemente el más atroz de todos ellos sea el que se llevaba a cabo durante la celebración del Atlcahualo, un festival en honor a Tláloc, el dios del agua, durante el que siete niños eran inmolados en su honor. Les arrancaban el corazón y luego los desollaban. Algunas evidencias sugieren que, en ocasiones, también pudieron devorar su carne.

Vicente Fernández López