Paige Spiranac se ha convertido en la nueva sensación de los circuitos profesionales de golf. Y no es de extrañar ya que, aparte de su habilidad para el juego, posee una belleza realmente espectacular. Pero la deportista ha provocado la envidia de medio mundo al publicar en sus redes sociales un tuit en el que asegura que puede comer patatas fritas bañadas en salsas, sin tener problemas con el peso.

Al leerlo, hemos sido muchos los que hemos reflexionado sobre lo injusta que es la vida. Hay quien necesita «matarse» a hacer deporte y dietas y, aún así, no consigue rebajar el peso de forma sustancial. Y, en cambio, hay personas que, coman lo que coman, parecen no engordar nunca. Pero, ¿por qué sucede esto?

Hay que aclarar que, en el caso concreto de Paige, el hecho de que sea una deportista de élite seguro que ayuda lo suyo. Además, tampoco hay que descartar que su tuit no sea más que una simple fanfarronada y que, en realidad, esas patatas fritas con salsa, sean una excepción en su dieta en lugar de algo habitual.

Aunque la causa de todo parece ser genética. Se han realizado numerosos estudios sobre como influye el ADN en el hecho de ser delgados o gordos, y la conclusión a la que se ha llegado es que nuestro peso corporal parece estar determinado en un 60% por nuestros genes, y en un 40% por la dieta que sigamos y la cantidad de ejercicio que hagamos.

Todavía no se han identificado todos los genes que están involucrados en el peso corporal, pero si se sabe de la existencia de algunos que determinan que una personas tenga más facilidad que el resto para mantenerse delgada. Así, por ejemplo, en 2011 un estudio realizado por miembros del Investigación Biomédica de Girona, descubrió que tener duplicada una región del cromosoma 16 conocida como 16p11.2, favorecía que las personas estuvieran extremadamente delgadas.

Existen por tanto genes que favorecen que se almacene menos grasa corporal y que ayudan a tener un gasto calórico más elevado. Curiosamente, en el pasado, poseer dichos genes era una desventaja ya que la escasez de alimentos hacia que esas personas tuvieran menos probabilidades de sobrevivir durante una hambruna.

Sea como sea, esos genes han sobrevivido y han llegado a nuestros días, en los que la situación de antaño se ha revertido, y poseerlos se considera una bendición, ya que ayuda a quien los posea a mantenerse siempre esbelto.

A esto hay que sumar los nuevos descubrimientos metabólicos que se están realizando. Así, una investigación realizada con ratones en 2011 por investigadores de la Universidad de Iowa, reveló que los ejemplares que seguían una dieta rica en grasas y también sal, ganaban exactamente la misma cantidad de peso que los que se alimentaban de forma más saludable.

La suma de la genética y de esos factores metabólicos que poco a poco se están revelando, ayuda a entender por qué hay personas con un organismo privilegiado que parecen no engordar nunca.

Aunque volviendo al caso de Paige conviene no olvidar que, seguramente, detrás de ese tipazo que luce hay muchas horas de entrenamiento. Y, sinceramente, dudamos de que se atiborre de patatas fritas más de una vez a la semana.

Vicente Fernández López