Imagina que estás en tu puesto de trabajo. Tienes un hambre voraz, pero no tienes nada que comer. Miras a tu alrededor y ves una deliciosa barrita de chocolate en la mesa de tu compañero ¿por qué no comértela aprovechando el descuido de tu colega? Algunas personas podrían no hacerlo porque saben que está mal. Otras personas pensarían que es demasiado arriesgado. Pero según las conclusiones de un nuevo estudio, para la mayoría de las personas la verdadera razón es que pueden pensar que ni siquiera es posible.

El estudio, realizado por los profesores de psicología Fiery Cushman y Jonathan Phillips, han demostrado que las personas, por defecto, tienden a ver las acciones inmorales como si fueran completamente imposible. Según han explicado en el artículo, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, «cuando la gente tiene la oportunidad de hacer algo inmoral, tiende a pensar cosas como esto no puede estar bien o no puedo creerlo. «Tenemos la sensación de que nuestro cerebro trata este tipo de cosas de forma similar a cómo reaccionaría si alguien nos dijese que es posible convertir nuestro sombrero en una barrita de chocolate o algo igualmente imposible».

Y puede haber una buena razón para que el cerebro reaccione de esta forma. «Creemos que esto puede ayudar a las personas que actúan moralmente en el mundo real. Tal vez sea más fácil hacer lo correcto si el cerebro está diseñado para tratar las cosas moralmente negativas como si fuesen imposibles. Si lo viésemos más sencillo o probable, sería demasiado tentador».

Según explicaron los investigadores, en cierto modo, es como si tuviésemos el clásico ángel y demonio a cada lado, dos voces en nuestra cabeza que proponen posibilidades: una más intuitiva que respeta las leyes de la moral y una más deliberativa que se adhiere a las leyes de la física.

Para llegar a estas conclusiones, los investigadores sometieron a un grupo de voluntarios a varias pruebas. Los participantes fueron introducidos en varios escenarios para enfrentarse a un problema, como intentar llegar al aeropuerto cuando su coche se ha roto, en los que se planteaban varias soluciones que eran inmorales, como atracar a alguien o hacer que su sombrero se convierta en una barrita de chocolate. Después les pidieron que dieran una solución posible al problema. El truco, es que la mitad de los voluntarios debían responder de forma muy rápida (menos de 1,5 segundos) y la otra mitad tenía que esperar más tiempo (más de 1,5 segundos antes de responder).

Los resultados fueron sorprendentes. Cuando a los participantes se les dio más tiempo para reflexionar, solo una cuarta parte de ellos consideró llevar a cabo una acción inmoral imposible. En cambio, en el otro grupo de participantes lo consideraron más de la mitad de ellos. Según los investigadores, esto sucede por el tiempo que tuvieron para reflexionar en qué era lo mejor o lo peor en cada momento.

Fuente: sciencedaily.com

Rafael Mingorance