Hace ya más de siete años conocimos a los primeros gastrosexuales. Llegaron de la mano de la empresa británica Future Foundation, que pretendía dar identidad masculina a un nuevo producto asiático. Vinculó cocina y sexualidad masculina y el fenómeno se hizo viral. Enseguida el término agrupó a un segmento de hombres de 25 a 44 años, de profesiones liberales y buen estatus y, sobre todo, con muchas ganas de impresionar. “Luego vino la idea del torso musculoso y el trasero perfectamente contorneado bajo el delantal. Del hombre que alardea de sus dotes culinarias mientras insinúa otras habilidades. Matices más propios del marketing que de la realidad”, aclara la chef Katy Rosales desde su escuela de cocina The Galley Club, en Palma de Mallorca.

“Hasta ese momento la cocina masculina estaba reservada al terreno profesional –el chef, el cocinero, el sumiller–, o a ocasiones extraordinarias en las que el hombre quería sorprender con su plato estrella a la familia o a una pareja. Ahora ya el varón, sobre todo joven, ha empezado a convertir la cocina en su propio reino”, explica el cocinero vasco Aingeru Etxebarria.La primera lección de este maestro en su escuela de cocina en Bilbao es que cocinar es un acto de amor. “Si el alumno asimila esta idea, la mujer para la que guise no tendrá más remedio que rendirse al plato o al hombre. O, seguramente, a ambos”.

Ricardo Cardona, que usó el término food porn para definir esta tendencia, propone una velada romántica con un ceviche ligero preparado con camarones, calamares, pulpo y almejas. Todo cocinado al vapor y servido con una copa de vino blanco o un mojito. Tal es el interés, que en todas las ciudades están proliferando cursos específicos para chicos. Algunos siguen un programa básico para afianzar conocimientos gastronómicos y aprender a comer sano y barato, o a liberarse del estrés mientras cocinan. Pero los más codiciados son aquellos pensados para solteros, como los que organiza The Galley Club. Suelen celebrarse los viernes y se presentan como una magnífica excusa para compartir e intercambiar flechazos y consejos. Sus maestros procuran que el número de mujeres iguale al de hombres.

Según observa Etxebarria, al hombre le encanta aprender y elaborar con sus conocimientos en maridajes, catas, mercados e ingredientes toda una estrategia de atracción. “Convierte la cocina en un templo del buen comer y de la seducción. El hombre que cocina está encantado de haberse conocido. Aunque, cada vez más, apuesta por la cocina sencilla, sana y estacional, el seductor lo que busca es reconocimiento, entre sábanas o entre sartenes. Cocinar es para él un ejercicio de elevada vanidad. Como si con cada especia y con cada toque enviase un mensaje subliminal”. Así, no es extraño que en Perú el cocinero Andrés Vargas Sáenz haya previsto instalar un auditorio en su escuela de cocina. Quien lo desee tendrá el deleite de ver cocinar a sus alumnos.

Un ejercicio de vanidad

Cuando en 2011 la encuesta Cocinar con amor, realizada por Inmarket, preguntó con qué postre conquistarían, el 56% de los españoles no encontró nada más original ni sensual que la consabida copa de fresas con nata. Desde entonces, la gastronomía sexual ha ido experimentando una revolución, con conceptos como el food porn, que se sirve de imágenes sensuales como reclamo de sus productos. A España llegó en forma de exposición fotográfica a través del Festival de Cine Gastronómico Cine Escena. Pero hoy el nuevo food porn ha tomado forma de trago. En unos instructivos vídeos de 30 segundos, la página de Facebook de Supercall –una web focalizada en bebidas– enseña a sus jóvenes seguidores masculinos cómo preparar brebajes alcohólicos. La estrella es el té de durazno helado con whisky y cereza.

[image id=»83153″ data-caption=»Ningún otro placer es capaz de involucrar a los cinco sentidos como lo hacen el sexo y la comida.Fundidos en uno, gula y lujuria son tentaciones irresistibles. La agencia Publicis Montreal ideó una sugerente campaña para celebrar el décimo octavo aniversario de una guía gastronómica canadiense. Las frutas tomaron forma de pechos, vaginas y falos.» share=»true» expand=»true» size=»S»]

Cada vez se celebran más encuentros culinarios y en ellos salen ideas más que suficientes para acompañar una noche caliente. Propuestas como la que lanza El Jardín del Pulpo en su página web: una caipiriña de granada para empezar y abrir apetito (también el sexual). En esos primeros coqueteos, unas ostras con aceite de oliva pueden resultar idóneas para despertar la libido. Y para cuando la intención esté ya más que clara, el punto sugerente que solo pueden dar unos espárragos. Si se acompañan con un puñado de almendras tostadas, la lujuria está servida.

¿Pero es el cuerpo lo que eriza la piel o la promesa de un suculento manjar? Para el empresario sueco Niklas Gustafson, autor de Cocinar para seducir, “preparar la comida juntos es algo sensual, un preliminar del acto sexual. El hombre puede ser igual de seductor que la mujer. Lo que ocurre es que el hombre lo ha practicado mucho menos en el último siglo y por eso puede resultar más atractivo. A ellas les encanta vernos así y no encuentran nada más excitante que ser seducidas a través de la cocina. Nuestro poder de atracción gana cuando la otra persona, a la que estamos intentando seducir, siente que nos hemos esforzado para tratarla de la mejor manera posible y para impresionarla”.

¿Es más sexy un hombre con delantal? Cuando irrumpimos con esta pregunta en The Galley Club, Rosales lanza el órdago a sus alumnos. Los varones dicen que sí, que la idea de cocinar para otra persona les resulta de lo más sugerente. Ellas dudan. Alguna confiesa que desconfiaría de las habilidades amatorias de sus compañeros si estas fuesen reflejo de lo que ven a diario en la mesa de trabajo. Finalmente, otra de ellas arriesga: “Me excita ver a mi pareja cocinando a fuego lento con una copa de vino en la mano. La primera vez que le sorprendí con delantal no tardamos en descubrir que el lavavajillas vibra y que el contraste de la superficie fría de la encimera con los calores que desprenden nuestros cuerpos aviva las pasiones”.

Niklas Gustafson, autor gastronómico: “Preparar la comida juntos es algo sensual, un preliminar del acto sexual”

Gustafson insiste en que la cocina es sensorial, por eso la mujer descubre sensualidad en el hombre que ha sabido despertar sus sentidos con un plato delicioso, el aroma del vino o el aderezo de un buen ambiente. “Dejar un buen sabor de boca puede ser decisivo para conseguir que se produzca un nuevo encuentro”, concluye. Gula y lujuria caminan de la mano con tal de satisfacer los dos mayores apetitos humanos: el sexual y el culinario. Ambos tienen en común que excitan los sentidos y activan en nuestro cerebro el circuito de recompensas donde, con los estímulos adecuados, sentimos el placer. Los latinos lo dijeron bien: “Sin Baco, el dios del vino, y sin Ceres, diosa de las cosechas, Venus, diosa del amor, se enfriaría”.

Mealsurfing, La cocina como pretexto

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Igual que el carsharing (compartir coche) o el coachsurfing (ofrecer alojamiento en casa), el mealsurfing es la última propuesta en tendencias de hospitalidad global. Son reuniones de entusiastas de la cocina en una mesa multicultural. Algunas páginas como Kitchenparty.org, Kitchensurfing.com, Newgusto.com o Eatfeastly.com están triunfando como plataformas de referencia. Los comensales son gente abierta a probar nuevos sabores y abrir su campo de seducción a otras culturas.

Redacción QUO