Seguramente, son muchos los que han fantaseado en alguna ocasión con cómo será su funeral. Jugando a imaginar quien asistirá por compromiso, quien estará realmente compungido, o quien se ausentará con la excusa más peregrina. De hecho, hemos conocido el caso de algún excéntrico que fingió su muerte para comprobar quienes eran las personas que se sentían realmente apesadumbradas en su entierro.

Pero hay un país donde se ha convertido en algo más o menos habitual organizar falsos funerales. Y es Corea del Sur. Lo que ocurre es que, en este caso, el motivo es terapéutico ya que, se piensa que, esta macabra práctica puede contribuir a recortar las alarmantes cifras de suicidios de dicho país. Y es que la nación asiática es la que tiene la mayor tasa de suicidios entre las del mundo desarrollado, y se estima que cada año se quitan la vida más de 14.000 personas.

Por eso, un terapeuta llamado Jeong Yong-Mun ideó la ceremonia de los falsos funerales. El ritual consiste en que la persona (generalmente pacientes con depresión que en alguna ocasión se han planteado acabar con sus vidas), se visten con unas túnicas blancas y amarillas que representan el luto, escriben cartas de despedida a sus familiares, y se introducen en un ataúd de madera, en el que permanecen encerrados durante quince minutos. El propósito es que, durante ese tiempo, reflexionen sobre la idea de la muerte y traten de buscar razones para seguir viviendo.

Lo cierto es que no hay ningún estudio oficial que demuestre si esa terapia está teniendo éxito o no. Pero, aún así, los falsos funerales cada vez ganan más popularidad y ya hay, incluso, empresas como Samgung que (al igual que otras hacen simulacros de incendio) invitan a sus empleados a participar esta terapia para prevenir posibles suicidios.

Vicente Fernández López