Parece ser que el cruasán nació en Viena en el siglo XVII, pero el paso del tiempo hizo que se convirtiera en un tipo de bollería típicamente francés. Pese a ello, parece ser que los mejores cruasanes del mundo se preparan en la otra punta del planeta. Concretamente, en Australia. Al menos, así lo asegura un artículo publicado en el New York Times.

Según los especialistas en gastronomía de dicho diario, los cruasanes que se preparan en Lune Croissanterie, un pequeño establecimiento de Melbourne, son tan sabrosos que comerlos: «Resulta una experiencia etérea, pero involvidable». El secreto reside en que en su preparación se utiliza mantequilla de la mejor calidad, y que todo el proceso se realiza artesanalmente y con mucho cariño.

Según los expertos, para que un cruasán sea de calidad superior: «Tiene que ser crujiente por fuera, tener pliegues perfectos en la parte del centro, y saber a mantequilla».

Lamentablemente, la mayoría de nosotros no probaremos jamás esos deliciosos cruasanes de las antípodas.

Redacción QUO