Esperemos que nunca nos pille una gran erupción volcánica. Pero, ¿qué ocurriría si llegara a producirse esa catastrófica situación? ¿Tendríamos alguna posibilidad de escapar cuando el volcán empezara a arrojar lava por su cráter? Pues la respuesta es que sí, siempre que nos encontremos a la distancia adecuada.

Contra lo que se suele pensar, la lava no es la mayor amenaza en caso de erupción. El magma volcánico suele moverse de forma bastante lenta cómo para que suponga un riesgo real, siempre que no nos quedemos a hacer el tonto sacándonos selfies junto a ella.

El principal peligro en caso de erupción son los llamados flujos piroplásticos, la mezcla de cenizas, rocas y gases, que son expulsados a gran velocidad. Su temperatura llega a superar los 1000 grados celsius, y se mueven a una velocidad que puede alcanzar hasta los 200 kilómetros por hora.

Según revela una nueva investigación publicada en Nature Communications, basado en el estudio de superupciones volcánicas que tuvieron lugar hace más de 18 millones de años, en el caso de que se produjera otra catástrofe similar, los temibles flujos piroplásticos podrían alcanzar una distancia de hasta 170 kilómetros desde el centro de la caldera, moviéndose a una velocidad de unos 500 kilómetros por hora, lo que la convertiría en la mayor erupción volcánica que habría visto el ser humano.

Según los autores del estudio, eso implicaría que cualquier persona que se encontrase a una distancia de 90 kilómetros, o menos, del lugar de la erupción moriría irremediablemente. A partir de ahí, las posibilidades de sobrevivir irían en aumento. Pero no hay garantía de salvarse a menos que la persona se encuentre a una distancia de 100 kilómetros o más. En ese caso, yendo en coche, y siempre que las carreteras no estén colapsadas, podríamos vivir para contarlo.

Redacción QUO