Los hermanos mayores son más inteligentes y los menores más sociables. Muchos estudios han confirmado esta premisa básica de la psicología de la familia. Pero ahora una nueva investigación indica que puede que estas diferencias no estén tan marcadas.

El profesor de la Universidad de Illinois, Brent Roberts, comparó el coeficiente intelectual de 377.000 estudiantes de instituto según su orden cronológico en la familia. Roberts se dio cuenta de que los hijos mayores puntuaban más alto, pero solo un 1 punto más. La correlación era de nada más que 0.04, algo que el profesor califica como “estadísticamente significativo pero infinitamente pequeño”.

El estudio también mostró que, con una correlación de 0.02, el orden de nacimiento tenía aún menos probabilidades de influenciar en la personalidad que en la inteligencia.

¿A que se debe esta diferencia respecto a análisis anteriores? Según Victoria del Barrio, profesora de psicología en la UNED, “la familia es un microcosmos, por lo que la investigación en este tema es muy complicado. Al contrario que en el estudio de Roberts y Damian, la mayoría de los estudios tienen muestras muy pequeñas”.

Esta razón podría explicar la diferencia de resultados respecto a otras investigaciones. Entonces, ¿es el tamaño de la muestra lo que realmente da validez a un estudio? “Yo diría que para tener unos resultados sólidos no solo hace falta mucha muestra, sino estudios de seguimiento longitudinales. Es decir, que lo largo del tiempo se siga a esos individuos a ver que pasa”, sentencia Del Barrio.

Pero hay más dificultades que explica la psicóloga, “normalmente estas evaluaciones se hacen transversalmente, es decir, en un momento donde los hermanos tienen diferentes edades. Ahí están entrando problemas de maduración, cuando se hace un estudio de los miembros de la familia no todos tienen 12 años”.

Por lo tanto podríamos estar comparando el nivel intelectual de un niño de nueve años con el de su hermano pequeño de seis, siendo “muy difícil hacer comparaciones”, como matiza Del Barrio. “Yo no conozco estudios longitudinales, no sabes el crío que tenía nueve años cómo ha evolucionado hasta los 12”, añade.

Sin embargo sí podemos generalizar un poco. La profesora explica que “podríamos decir que el hermano mayor está muy estimulado, al igual que el hijo único y eso se puede notar en el cociente intelectual. Ahora bien, si tu ahora tienes en cuenta la inteligencia emocional entonces el hermano segundo, en principio, estaría mucho mejor preparado. Desde el principio juega y se pelea más, esto es mucho más parecido al mundo real”.

En medio de toda esta disputa sobre cómo puede influir ser el mayor o el pequeño surge una figura diferente: el hijo único. “Los hijos únicos, en principio, son mucho más mimados que los de familias de siete”, sentencia la psicóloga. “Al salir al mundo se encuentran con que no funciona de la misma manera que la familia. Algunos se vuelven más proactivos mientras que otros se hacen más tímidos y menos sociables. Pero eso depende, hay padres que son más sensatos”.

También es especial el caso de los hermanos nacidos a la vez, ya sean gemelos o mellizos, donde los niños hacen del primogénito y del pequeño a la vez. En todos los hermanos, según asegura Victoria del Barrio, “se da una dinámica de grupo en donde el más fuerte se impone al otro”.

Todo esto nos hace plantear una pregunta, ¿hasta que punto tienen ‘culpa’ los padres a la hora de influir en la personalidad e inteligencia de sus hijos? Durante toda la historia de la psicología se ha debatido cuánto puede la educación y cuánto pueden la conexiones biológicas del individuo.

Actualmente se piensa que tiene más peso la propia naturaleza del niño, “todo el mundo que trata a infantes te dirá que desde el comienzo los niños reaccionan de distinta manera”, señala la psicóloga. Pero eso no quiere decir que los adultos no pinten nada, “la educación es un sistema de hábitos. Es decir, los padres a última hora son quienes promocionan las costumbres de sus hijos”, añade.

Esta educación es la que determinará que clase de adultos somos. Pero, ¿siguen influyendo estos roles una vez que los infantes se han hecho mayores? Lo cierto es que no. “En la etapa de la niñez primaria los niños se comportan más espontáneamente y por lo tanto las emociones primarias funcionan con mucha mayor fuerza. Pero de adultos esto cambia”, explica Del Barrio.

Aunque no todos tienen tanta suerte, “hay padres que generan una desigualdad muy fuerte en la relación con sus hijos, y eso traumatiza”. “ Se sabe que los niños que han sido agresivos en la infancia tienen más probabilidad de ser agresivos en la edad adulta. ¿Esto que quiere decir?, que los elementos de la infancia si no se cuidan pueden durar hasta la edad adulta, naturalmente”, sentencia la psicóloga.

Redacción QUO