Hace años la psicóloga Psyche Loui estaba escuchando la radio cuando sonó el Concierto para piano n.º 2 de Rachmaninov y empezó a sentir un escalofrío que recorría su columna vertebral y aceleraba los latidos de su corazón. Todavía hoy siente todas esas sensaciones cuando escucha la canción.

Loui toca el violín y el piano, pero en realidad no hace falta ser un experto para que una canción electrifique tus sentidos de esa manera. Le puede ocurrir a cualquier persona en cualquier lugar. Hay gente que lo siente de una forma tan intensa que habla de orgasmos de piel. “La experiencia estética es tan potente que no puedes hacer nada más”, añade Loui.

Junto con el estudiante Luke Harrison, Loui ha decidido repasar las teorías que explican este fenómeno. Un estudio de 1991 hecho a músicos y no músicos revelaba que más de la mitad de los encuestados reaccionaba ante sus temas musicales preferidos con temblores, sudores, rubor y excitación sexual.

Estos síntomas explicarían el origen del término ‘orgasmo de piel’. De hecho, los sufíes del norte de India y Paquistán han discutido durante mucho tiempo el aspecto erótico de escuchar música. Sin embargo, Loui y Harrison prefieren hablar de escalofríos para evitar cualquier connotación embarazosa entre las personas que describen sus emociones.

Los investigadores han sido capaces de identificar las características que pueden desencadenar estos sentimientos durante un escalofrío musical. Los cambios repentinos en la armonía, los saltos dinámicos y las apoyaturas melódicas parecen ser bastante efectivo. «El escalofrío musical suscita un cambio fisiológico bloqueado en un punto concreto de la melodía», explica Loui.

Pero, ¿hay alguna explicación científica para este fenómeno? Lo cierto es que sí. Según explica la psicóloga es muy importante cómo el cerebro controla nuestras expectativas. Desde el momento en el que nacemos empezamos a aprender ciertas reglas sobre cómo están compuestas las canciones. Si un tema las sigue demasiado es soso y no capta nuestra atención. En cambio, si rompe los patrones suena como el ruido. Pero si una composición se sitúa en el límite entre lo familiar y lo no familiar, jugando con las expectativas y utilizando florituras impredecibles es cuando puede surgir un escalofrío.

La anticipación y la resolución de nuestras expectativas provoca la liberación de dopamina. Una respuesta similar cuando se toma drogas o se tienen relaciones sexuales, lo que explica nuestra adicción a este tipo de canciones.

Síndrome de Stendhal

En realidad este fenómeno no se aplica exclusivamente al ámbito de la música. En 1817 un escritor francés llamado Henri-Marie Beyle viajó por Italia recogiendo información para su próximo libro, durante su parada en Florencia visitó una gran cantidad de museos, iglesias y esculturas. Extasiado por tanta belleza, el corazón del escritor se aceleró y empezó a sentir sudores fríos por todo su cuerpo.

Hoy día, cuando alguien presenta mareos, sudores, palpitaciones o visión borrosa debido a una ‘sobredosis’ de belleza artística se dice que padece el Síndrome de Stendhal, pseudónimo con el que se conocía al escritor francés.

Redacción QUO