Los periodistas norteamericanos no son muy conscientes de la alta susceptibilidad de sus lectores. Lo sabía Orson Welles y también aquellos que desataron el rumor y el consecuente pánico sobre un apocalipsis zombie en suelo estadounidense. A pesar de ello, algunas redactoras como Kathryn Schulz, del New Yorker, no se han podido resistir a desatar el terror entre los ciudadanos de Estados Unidos. En un artículo llamado The Really Big One, la autora alerta de cómo una gran parte del noroeste del Pacífico será destruida por un terremoto. Lo peor es que, en esta ocasión, la alerta podría convertirse en realidad según los sismólogos.

Sólo una semana después de su publicación, los kits de emergencias diseñados para terremotos están volando de las estanterías, lo que no es ninguna sorpresa tras leer el citado artículo que incita a un «¡sálvese quién pueda!» en toda regla. Según explica Schulz, el riesgo de que la costa noroeste de América del Norte sufra un grave terremoto es mucho más alto de lo que se pensaba, eso sí, les falta un dato importante: saber cuándo ocurrirá. La periodista cita varios estudios sismológicos avalados por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés).

Apocalypse Now?

Lo que hace temblar a los expertos es la presencia de una línea de falla conocida como zona de subducción de Cascadia, ubicada al norte de San Andrés. Este área convierte a la costa noroeste de Estados Unidos en una zona de alto riesgo de sufrir un terremoto. La autora explica que la argumentación del FEMA es que los grandes terremotos causados por la falla Cascadia ocurren una vez cada 240 años. Teniendo en cuenta que el último terremoto se produjo en 1700, estiman que el gran sismo debe estar al llegar. Además lo bautizan como «un gran terremoto de consecuencias apocalípticas«, lo que, como es natural, hace que a uno se le pongan los pelos como escarpias. Según explica, fundamentándose eso sí en la opinión de varios sismólogos, el terremoto podría llegar a tener una magnitud de hasta 9,2 y una duración de cuatro minutos lo que, además, provocaría un tsunami gigante que llegará a la costa un cuarto de hora después del sismo.

La zona donde se ubica esta falla tiene una longitud de 1126 kilómetros. Se extiende desde el cabo Mendocino (California) hasta cerca de la isla de Vancouver (Canadá), pasando por Washington y Oregón. El área de la falla Cascadia está dentro de la Cordillera de las Cascadas, una cadena de montañas con importantes volcanes como el denominado High Cascades. Tengamos en cuenta que la zona de peligro, ubicada al oeste de la Interestatal 5, abarca alrededor de 225.308 km2 en los que se encuentra Tacoma, Portland, Eugene, Salem, Olimpia, Seattle y en los que residen más de siete millones de personas. Según alertan los sismólogos, cuando ocurra la próxima fisura «podríamos estar ante el peor desastre natural de la historia de Norteamérica».

Sálvese quién pueda

Ante tal noticia, contada como una auténtica película de miedo, el terror se ha apoderado de los ciudadanos norteamericanos, quienes han disparado las ventas de los kits de emergencia para terremotos. Según informa The Seattle Times, el CEO de una de las compañías que comercializa estos productos reconoce que en un sólo día han vendido la misma cantidad que en un mes.

Una búsqueda realizada a través de Amazon muestra los kits de emergencia más vendidos, como barritas con 3600 calorías (pensadas para aguantar tres días) por algo más de siete euros u otros más complejos por 80 € que incluyen máscaras contra el polvo y el agua, barritas energéticas, kits de primeros auxilios, pastillas para purificar el agua, ‘bolsas de aseo’ y un cuchillo (¡!).

Esperando las señales

Según explican, la primera señal del posible terremoto sería una onda longitudinal que irradiaría hacia el exterior de la línea de falla. Estas ondas son de alta frecuencia y viajan lo suficientemente rápido para ser detectadas por sensores de 30 a 90 segundos antes que otras sondas sísmicas. Este tiempo daría lugar a que se activasen los sistemas de alerta rápida de terremotos, pero… si hay algo que afirma muy correctamente el reportaje de Schulz es que el noroeste del Pacífico no cuenta con este sistema.

Fuentes:

New Yorker | seattletimes.com | gizmodo.com | citylab.com |

Redacción QUO