Este dicho tan español procede de la jerga del toreo y viene a decir que hasta que un asunto no esté cerrado del todo no debe considerarse rematado. Incita al esfuerzo y también a la precaución y a la prudencia, ya que uno no debe confiarse, sino más bien estar preparado para cualquier sorpresa o imprevisto hasta que sepamos con certeza que hemos llegado al final.

Esto refleja al torero en el ruedo, que puede llegar a confiarse cuando el animal está astado y ya ha recibido bastante castigo cuando lo cierto es que en cualquier momento éste puede revolverse y darle una cornada.

*Publicado en nuestra sección de papel Quonectados.

Redacción QUO