Y el paraiso se convirtió en un infierno… En estos días el nombre de Langtang nos está resultando tristemente familiar, ya que este hermoso valle de Nepal ha sido la zona cero del terremoto que ha sacudido al país asiático. Y es también el lugar donde ha fallecido la única (por el momento) víctima española del suceso, Roser Palau, y donde especialistas en rescate de la Guardia Civil buscan a otros seis españoles desaparecidos. Es nuestro deseo que los localicen con vida.

Langtang es hoy un nombre asociado a la tragedia y al dolor. Pero, hasta hace poco, era considerado un rincón con un aroma mágico. Situado a 60 kilómetros de Katmandú, este hermoso valle fue el lugar que, al parecer, inspiró al novelista británico James Hilton para crear el mítico reino de Shangri-La, donde ambientó su célebre novela Horizontes perdidos, publicada en 1933 y llevada el cine en varias ocasiones. Siendo la mejor y más famosa adaptación la que Frank Capra realizó en 1937 con Ronald Colman como principal protagonista.

Horizontes perdidos cuenta como tras una revuelta en Afganistán, el agente británico Hugh Conway organiza la evacuación en avión de un pintoresco grupo de ciudadanos occidentales. En pleno vuelo, el enigmático piloto de la eronave cambia misteriosamente de rumbo y el avión acaba estrellándose en algún lugar de la cordillera del Himalaya. Allí, los supervivientes son recogidos por un grupo de lamas que les conducen a la asombrosa ciudad de Shangri-La. Se trata de un lugar mágico en el que siempre reina un tiempo primaveral, ajeno al frío y a la nieve de la cordillera, en el que todos los ciudadanos son felices y en el que, por un extraño sortilegio, nadie envejece.

Para crear este lugar ficticio, Hilton se inspiró en la leyenda de Shamballa, un imaginario reino budista que se encontraría oculto en algún inaccesible lugar del Himalaya. Pero, para situar su emplazamiento eligió el valle de Langtang, que descubrió gracias a las crónicas publicadas por un viajero de la época llamado Joseph Rock.

Durante décadas, Langtang se ha convertido en un lugar de destino soñado por muchos amantes de la montaña y de la naturaleza. Unos buscaban allí tratar de respirar el mismo ambiente de paz y serenidad que emanaba de las páginas y las imágenes de Horizontes perdidos. Y otros, simplemente, disfrutar de su salvaje e incomparable belleza.

En dicho parque, los visitantes podían disfrutar visitando el lago Gosainkunda, un lugar sagrado para los hinduistas y que en verano recibía la visita de numerosos fieles y peregrinos. Y si tenían suerte, los viajeros podían también avistar los ejemplares de osos tibetanos que habitan en dicho parque. Además, para los amantes del misterio y de las leyendas este era también un rincón muy especial, ya que en este valle es donde se han reportado más avistamientos de esa escurridiza y mítica crtiatura conocida como el Yeti.

Pero hoy, desgraciadamente, Langtang no es famoso ni por sus rincones sagrados, ni por sus osos. Ni siquiera por el Yeti. La furia de la naturaleza descontrolada lo ha golpeado de forma catastrófica y se necesitará mucho tiempo para que los supervivientes superen los terribles momentos que han vivido. Esperemos que entonces el nombre de Langtang vuelva a ser sinónimo de paz y belleza.

Redacción QUO