Según Transparencia Internacional, «La corrupción es el abuso del poder encomendado para beneficio propio. Perjudica a todos aquellos cuya vida, sustento o felicidad dependen de la honradez de quienes ocupan un puesto de autoridad». Dada la gravedad de esta lacra para nuestra sociedad, los científicos también se afanan en investigar si el corrupto lleva el arte de la maldad en los genes.

El síndrome de Diógenes… con el dinero

Un estudio publicado por neurólogos chinos en Frontiers in Behavioural Neuroscience llegó a la conclusión de que este comportamiento antisocial podría estar relacionado con un área de nuestro cerebro: el giro frontal inferior. Este está ubicado en el hemisferio cerebral izquierdo, justo a la altura de la sien. Según explican, las personas que tienen una mayor actividad en ese área, son más tendentes a malversar fondos, aceptar sobornos o robar dinero. Para llegar a estas conclusiones tentaron a 28 personas con dinero mientras controlaban su actividad cerebral mediante resonancia magnética. Cuando los voluntarios recibían dinero, este área se iluminaba como un árbol de navidad. Es más, cuanto mayor era la cantidad que aceptaban, más se iluminaba esta zona próxima a la sien.

Por otro lado, investigadores de la Universitad Jaume I realizaron un estudio sobre la psicología de la corrupción en el que señalaban que aquellas personas honestas que deciden rechazar un soborno actuando contra sus propios intereses económicos muestran una excitación fisiológica mayor que los que deciden guardarse el dinero ilegal en el bolsillo. Según declaraba Tarek Jaber-López, uno de los investigadores: “Al contrario de lo que se ha tendido a creer, no es la violación o el cumplimiento de una norma ética dada lo que desencadena la actividad emocional, sino más bien la decisión real de actuar contra el propio interés monetario”. El estudio indicaba también que existe una tendencia mayoritaria a actuar con honestidad y que la amenaza de un posible castigo puede poner freno a las actividades corruptas.

¿Son más corruptos los trabajadores de los bancos?

Científicos de la Universidad de Zúrich se plantearon si los trabajadores del sector financiero son más proclives a corromperse. El estudio, publicado en Nature, se hizo enviando correos a 128 trabajadores de un banco internacional. Se les pedía que lanzaran una moneda al aire y que, si salía cara, recibirían 20 dólares. Con su palabra bastaba, nadie controlaba los resultados. Eso sí, hicieron cuestionarios dividiendo a los trabajadores en dos grupos. A unos les hicieron preguntas generales y a otros relacionadas con su trabajo (con el fin de recordar que eran empleados de un banco). El primer grupo declaró una media de 51,6 caras, lo que cuadraba con el 50% que cabía esperar. Pero el segundo grupo aseguró haber obtenido una media de 58,2 aciertos, alejándose de la media prevista y dejando a vista de los investigadores que habían mentido. Lo peor es que lo hicieron teniendo en mente cuál era su trabajo. Los científicos no se quedaron aquí, sino que extrapolaron la investigación a otras áreas laborales como farmacia, industria o telecomuniaciones ¿Qué pasó? que no observaron el mismo fenómeno.

Otro estudio publicado también en Nature señalaba que los trabajadores huyen de la corrupción como de la peste. En este se revela como un número cada vez mayor de empleados cualificados, como los científicos, están abandonando las naciones corruptas donde funcionarios del gobierno exigen sobornos y controlan el acceso a los mercados de trabajo. Según declaraba Mara Squicciarini, coautora de la investigación y economista de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica): «No es nada positivo para un investigador estar en un país que es muy corrupto». De esto se intuye que los países más corruptos tienen una gran escasez de trabajadores cualificados por estos motivos.

Ser honesto también tiene un lugar en el cerebro

Por otro lado, investigadores de la Universidad de Berkeley publicaron un estudio en la revista Nature Neuroscience en el que aseguran que la honestidad está asociada a la corteza dorsolateral prefrontal, área responsable de controlar nuestros impulsos más automáticos. Para llegar a estas conclusiones realizaron un experimento con individuos que no registraban daños cerebrales y a otros que sí los tenían en esta zona cerebral a los que dividieron en dos grupos. A ambos se les daba dinero y les responsabilizaban del reparto entre ellos mismos y sus compañeros. Se observó que aquellos que tenían daños cerebrales en este área eran más proclives a mentir en su propio beneficio. Según Ming Hsu, coautor del estudio «Esto sugiere que ser honesto, cuando lo ventajoso sería mentir, requiere una gran dosis de autocontrol«. Además, se invitaba a los individuos a devolver el dinero o quedárselo, lo que ellos quisieran. Aquellos que decidieron metérselo en el bolsillo registraron, nuevamente, una mayor actividad en el giro frontal izquierdo.

Los resultados de todos los estudios sobre las conductas corruptas muestran como estas personas, además de un daño cerebral grave, no disponen de honestidad, autocontrol o conductas prosociales. También que son más dados a la mentira que el resto de ciudadanos.

¿Por qué no castigamos la corrupción?

Un estudio publicado por la Universidad de Nueva York analiza la corriente de algunas sociedades de no castigar la corrupción cuando nos perjudica notablemente a todos. Según los propios investigadores, «Las causas de la persistencia de la corrupción en nuestras instituciones son múltiples. En nuestra opinión una de sus principales explicaciones se encuentra en la ausencia de un castigo en las urnas a aquellos representantes que incurren en comportamientos delictivos o, al menos, poco éticos». ¿Es una cuestión de dejadez o falta de preocupación por la sociedad? El por qué no castigamos estas actitudes antisociales es aún un misterio para los científicos.

Fuentes:

scmp.com | ujiapps.uji.es | reuters.com | nature.com | newscenter.berkeley.edu | files.nyu.edu |

Redacción QUO