Hace sobre 30.000 años, a principios del Paleolítico Superior, durante el llamado periodo Gravetiense, ya había gente en el actual Benidorm. No eran ni viajeros del Inserso, ni turistas ingleses ansiosos de consumir cantidades ingentes de alcohol. Eran Homo sapiens que poseían ya unos sofisticados gustos gastronómicos. porque una reciente investigación realizada por el Instituto Catalán de Paleoecologia Humana y Evolución Social (IPHES), ha revelado que los caracoles eran uno de los ingredientes esenciales de su dieta.

Los científicos observaron agrupaciones de conchas completas de estos moluscos en las tres capas del yacimiento conocido como Cova de la Barriada. Estos restos de caracoles se localizaron cerca y en el interior de hogares prehistóricos utilizados para cocinarlos, junto con herramientas de piedra y otros restos de animales. Los restos encontrdos también indican que dichos hogares fueron alimentados con leña de pino y enebro, y los caracoles fueron asados en las brasas a una temperatura inferior a 375ºC.

Los caracoles que sirvieorn de alimento al Homo benidorsensis (el nombre técnico lo he inventado en plan de broma, que no haya confusión) pertenecían a la especie conocida como Iberus alonensis, también llamado caracol serrano. «Este hábito alimenticio se corresponde a patrones desconocidos hasta ahora sobre el uso de invertebrados y puede significar una ampliación de la dieta humana durante los inicios del Paleolítico superior en la cuenca mediterránea», explica Javier Fernández-López de Pablo, uno de los autores de la investigación.

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Redacción QUO