George Church parece que no quiere dejar de sorprendernos. El profesor de genética de la Universidad de Harvard vuelve a la carga. Tras su fallido intento de buscar un vientre ‘de alquiler’ para traer al mundo un bebé neandertal, ahora se ha asociado con otro de los biotecnólogos más prolíficos del momento, Robert Lanza, para un nuevo proyecto, como poco sorprendente. Bajo el nombre provisional de ‘Ark Corporation‘, ambos científicos pretenden, según ellos, reescribir las reglas de la reproducción animal.

Los investigadores informaron el pasado viernes en el TEDx DeExtinction sobre sus intenciones. En principio, el objetivo de esta empresa es devolver a la vida especies extintas (incluso una cabra montesa española), pero en realidad lo que pretenden es combinar las técnicas más avanzadas en biología e ingeniería del genoma para criar ganado e incluso crear mascotas alteradas genéticamente para, por ejemplo, vivir mucho más de lo habitual. «Imagina un perro que viviese 20 años», dijo Lanza, experto en células madre y responsable científico de Advanced Cell Technology.

En realidad la biotecnología necesaria para recuperar especies es la misma que la necesaria para dar a luz a nuevos animales… o incluso personas. Iguales que los actuales o mejorados. Todo es posible. Imaginaos el impacto económico y social, además de las implicaciones éticas de todo esto.

Lo cierto es que, como bien reconoce Regalado en su artículo para Technology Review, Church y Lanza forman una extraña pareja «es como si Elon Musk y Donald Trump planearan construir una estación espacial juntos». Ambos son outsiders, y como lobos solitarios, siempre van por libre.

Y esto… ¿quién lo paga?

Según Lanza, la puesta en marcha del proyecto será subvencionada por clínicas de fecundación in vitro (interesadas en ‘bebés a la carta’) y las principales empresas dedicadas a la cría de ganado.

La tecnología clave de Ark Corporation serán células madre pluripotentes inducidas (iPS). Para conseguir una célula iPS, los investigadores toman una célula ordinaria de la piel y, añadiendo ciertos químicos, la transforman en una potente célula madre capaz de originar otro tejido en el organismo, incluidos óvulos y espermatozoides.

¿Y qué negocio tiene esto?

Precisamente en la posibilidad de fabricar células reproductivas en un laboratorio es dónde Church y Lanza ven negocio. Muchos animales de granja, como los cerdos o las vacas, ya se están creando a partir de esperma recogido de sementales, congelado y distribuido a lo largo y ancho del mundo. Si en lugar de eso pudiera fabricarse en un bioreactor, una fábrica haría el trabajo que a día de hoy hacen los esforzados machos. Incluso se podría seguir produciendo esperma después de que los animales hayan fallecido.

Pero además de los animales de granja, ofrece otro multitud de posibilidades como crear óvulos y esperma funcionales para gente que tiene problemas de fertilidad. Pero la cosa no queda ahí. Al poder crear células reproductivas desde células de la piel, algún día será posible que dos hombres o dos mujeres tengan un hijo con los genes de ambos.

El debate está servido

Todos estos usos han pasado por la cabeza de Lanza y Church, que de hecho los han registrado en forma de patentes a nombre de Lanza. No obstante, de momento la compañía no pretende utilizar las células iPS para la reproducción humana. Se quedan en los animales. «No es parte de la compañía. Y si lo fuera, no lo diría», confesaba Lanza a MIT Review.

Según informaron, van a centarse en la reproducción comercial de animales de granja. Y a resucitar un par de especies «por una cuestión de buena voluntad»: la cabra montesa y la paloma migratoria. Pero esto último solo lo hacen para «demostrar que están interesados en ayudar a la conservación».

Redacción QUO