Shock y aturdimiento. Incapaces de valorar el alcance de la pérdida, a veces no creen que la muerte ha ocurrido.

Añoranza y búsqueda. Buscan escenarios que pudieron cambiar el desenlace.

Desorganización y desesperación. Depresión, dificultad para concentrarse y planear el futuro.

Recuperación. El superviviente reconstruye su vida y se reconcilia con la nueva situación.

Redacción QUO