Para los adultos, es normal pensar que nuestra capacidad de hablar y nuestro oído musical son dos cosas aisladas, aunque relacionadas. Pero probablemente no pensaríamos así si pudiéramos mantener una profunda conversación con un recién nacido sobre sus capacidades intelectuales. Para él, la percepción de la música y del lenguaje se parecen mucho, hasta el punto de que prácticamente son la misma cosa. Y la música precede al lenguaje: cuando hablas a un bebé interpretas un concierto de sílabas y sonidos.

Solo con el tiempo comienza a diferenciar música y lenguaje, hasta que en la edad adulta procesa la música predominantemente en el hemisferio derecho y el lenguaje, en el izquierdo. “La lengua hablada es un tipo especial de música”, según el profesor del Shepherd School of Music de la Universidad de Rice Anthony Brandt. “El lenguaje suele interpretarse como fundamental para la inteligencia humana, y la música suele tratarse como dependiente o derivada del lenguaje. Pero desde una perspectiva del desarrollo, argumentamos que la música es primero y que el lenguaje surge de la música”, explicó el coautor de la teoría, que se ha publicado en la revista Frontiers in Cognitive Auditory Neuroscience.

El artículo repasa numerosos estudios sobre el desarrollo de las capacidades lingüística y musical, desde una definición de música como “el juego creativo con el sonido”, que “emerge cuando el sonido se encuentra con la imaginación humana”. “Todos los aspectos del lenguaje que un niño puede percibir al nacer y todos aquellos que aprende durante su primer año de vida son musicales”, explican en el texto. “Si la habilidad de escuchar música seríamos incapaces de aprender una lengua”, resumen.

El oído musical es fundamental. A los 6 meses, un bebé distingue los contrastes de los sonidos de todas las lenguas. Entre los 6 y los 12, la percepción musical y lingüística se acoplan a la de su propio idioma. Tras 9 meses de vida, los niños se han acomodado a los patrones de su lengua natal. Entonces comienzan a comprender el significado de algunas palabras.

Después de su primer año, el desarrollo del lenguaje y de la habilidad musical siguen avanzando de la mano. En su segundo año, los niños aprenden a seguir el ritmo y a encadenar sus primeras palabras. Entre los 6 y los 7, dominan las sutiles características de la sintáxis lingüística y musical de su cultura. A los 12, tanto la sensibilidad armónica como la sensibilidad hacia la sintáxis alcanzan niveles adultos.

La teoría sobre el desarrollo del lenguaje que proponen los autores también podría ayudar a plantear terapias para personas con dificultades para hablar o para leer, como la dislexia. “Muchas personas con déficits lingüísticos también tienen déficits musicales”, apunta Brandt. La música apoyaría su rehabilitación, así como la de las personas que han sufrido un traumatismo. “La música los ayuda a volver a adquirir el lenguaje, porque así pudo ser como lo adquirieron por primera vez”, concluye.

Andrés Masa Negreira