Hay una excusa que se repite constantemente cuando se trata de hacer recortes en ciencia: que la mayoría de los estudios financiados con nuestros impuestos no sirven para nada, o al menos para nada que notemos en nuestro día a día. Es sencillo menospreciar la ciencia básica, aquella que asienta los pilares sobre los que el resto del conocimiento se erige. Por eso, un grupo de congresistas estadounidenses, tanto republicanos como demócratas, se han unido a la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS, por sus siglas en inglés) para homenajear a aquellos investigadores que fueron tomados a risa y acabaron revolucionando el mundo de la Ciencia.

Hasta hace un tiempo, un antiguo senador estadounidense se burlaba cada año de aquellos estudios pagados con fondos públicos que parecían absurdos. «¿Por qué los peces borrachos de tequila son más agresivos que los sobrios?» o un «curso para enseñar a los estudiantes universitarios cómo ver la TV» eran el tipo de proyectos que William Proxmire consideraba tirar el dinero.

Pero no siempre es así. «Lo que parecía una investigación rara u oscura financiada con fondos públicos ha acabado a menudo teniendo un impacto significativo en la sociedad«. Este es el punto de partida de los Golden Goose Awards que acaban de homenajear tres investigaciones que al principio parecían estúpidas y acabaron escribiendo el nombre de sus autores en las páginas de la historia.

La denominación de los premios proviene de La gallina de los huevos de oro (en inglés, la gansa), una conocida fábula de Esopo. En el cuento, un hombre tenía una gallina que ponía huevos de oro. Un día se le ocurrió que, por lógica, el animal tenía que estar relleno de este preciado metal, así que lo abrió en canal y se encontró que no había nada. Es lo mismo que sucedería con la Ciencia si se decide cortar la subvención a proyectos que tienen potencial para ser de oro.

La lista de galardonados en los Golden Goose Awards 2012

Si crees que tus impuestos no están siendo bien empleados, imagina que no se hubiera financiado la aparentemente inútil investigación de Charles Hard Townes, un físico que fue tomado por loco en los inicios de su carrera por dedicar su tiempo y nuestro dinero a estudiar la forma de amplificar ondas de radiación en una corriente continua. Al fruto de sus desvelos ahora le llamamos láser y está presente en facetas tan distintas de nuestras vidas como los reproductores de DVD, los escáner de código de barras, la cirugía, el armamento… Él es el primero de los premiados de los Golden Goose Awards. Por cierto, también ganó un Nobel en 1964.

Pero en su día Townes tuvo que enfrentarse a las miradas de desaprobación de sus superiores en la Universidad de Columbia. «Ambos habían ganado premios Nobel, así que no eran estúpidos», explicó Townes durante la ceremonia de entrega de los premios Golden Goose Awards. «Tienes que parar, esto no va a funcionar. Nosotros sabemos que esto no va a funcionar. Tú sabes que esto no va a funcionar. Estás tirando el dinero del departamento». Así de feo se lo pintaron, pero afortunadamente tuvo la osadía de no detenerse y completó un trabajo que ha cambiado para siempre nuestras vidas.

Puede que también hubiéramos dudado de las intenciones de Eugene White, Rodney White, Della Roy y Jon Weber, que pasaron muchos, muchos años estudiando la estructura microscópica del coral tropical. La serendipia hizo que lo que parecía un gasto tonto acabara siendo la base de un tipo de estructura cerámica que está en la base de los actuales injertos óseos y ojos protésicos.

Por último, pero no por ello menos importante, está la locura de Martin Chalfie Roger Tsien y Osamu Shimomura, que investigaron el sistema nervioso de las medusas. No es que gracias a su descubrimiento vayamos a evitar las plagas en las costas españolas, pero sí han servido para conocer una proteína que brilla al ser expuesta a luz ultravioleta. Bioquímicos, biólogos, médicos y todo tipo de científicos utilizan ahora esta proteína como marcador celular para detectar cientos de enfermedades en el organismo.

Un jurado de altura contra los cortos de miras

Además de la AAAS, una decena de las más prestigiosas instituciones relacionadas con el ámbito científico han tomado parte en el proceso de selección de los nominados. Todas ellas comparten una misma filosofía: ningún avance científico sería posible sin que el estado financie primero los experimentos que ponen la primera piedra. «Se deben hacer recortes presupuestarios, pero la Ciencia debe quedar al margen» resume Jim Cooper, el congresista que tuvo la idea de montar este certamen.

Para que pudieran elegir bien a sus candidatos, los organismos participantes recibieron una serie de ejemplos del tipo de investigaciones a las que se pretendía homenajear. Por ejemplo, en 1928 un científico descubrió que uno de sus cultivos de gripe se había contaminado accidentalmente con moho y que la bacteria no crecía en ese punto. Después de muchos ensayos, se dio cuenta de que había descubierto una sustancia antibiótica capaz de matar a las bacterias que causan un buen número de infecciones en los humanos. Su nombre era Alexander Fleming y así descubrió la penicilina.

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Redacción QUO