Se afirma que las Olimpiadas de Londres serán los juegos transgénicos. Los expertos están convencidos de que hay atletas que ya utilizan terapias génicas para mejorar su rendimiento. Ha nacido, por tanto, una nueva era en el mundo del dopaje, y los laboratorios encargados de detectar las trampas aún no saben cómo combatir esta nueva plaga. Todo esto hace que cada vez sean más los deportistas, investigadores y científicos que consideran que, si la lucha contra el dopaje es una batalla perdida, ¿no sería mejor, tal vez, legalizarlo?

Una amenaza que se hará realidad
Antes de comenzar, conviene aclarar una cosa: hasta la fecha, ningún atleta ha sido formalmente acusado de utilizar terapias génicas para doparse. Pero, tal y como afirma Theodore Friedman, responsable del área de Genética de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA): “Si puede hacerse, no hay duda de que alguien en algún lugar ya está intentando hacerlo”. Los rumores sobre este tipo de prácticas comenzaron en 2006, cuando el entrenador alemán Thomas Springteen fue detenido por intentar contratar a alguien que le aplicara una terapia génica, aún en fase experimental, llamada Repoxygen.

“Cuanto más involucrado estoy en esto, más me sorprendo de la difusión del dopaje. Por eso creo que los deportistas dopados deberían ser legalizados” Ettore Torri, fiscal antidopaje de Roma

Posteriormente, durante los juegos celebrados en China en 2008, la cadena alemana ARD emitió un reportaje con cámara oculta en el que se veía a un médico ofreciendo la posibilidad de injertar a los atletas células madre mejoradas a cambio de 24.000 dólares. “La operación requiere dos semanas, y mi recomendación son cuatro sesiones intravenosas: trasplantar 40 millones de células madre, tal vez el doble, cuantas más mejor”, según el médico chino.

Mario Thevis, director del Centro para la Prevención del Dopaje Genético de Colonia (Alemania), cree que las declaraciones del médico son una patraña: “No acabo de entender qué beneficio puede obtenerse de injertar células madre en el cuerpo de los atletas”. Pero su escepticismo hacia ese caso en particular no le impide reconocer que: “Ya existen terapias génicas que pueden mejorar el rendimiento de un deportista de forma eficiente”.

Los virus que mejoran el rendimiento
Actualmente, la sustancia más cotizada en el mercado del dopaje es la hormona Eritropoyetina, (EPO). Su función es aumentar la producción de glóbulos rojos (que transportan el oxígeno), por lo que crece el rendimiento del deportista y disminuye su sensación de fatiga. Por tanto, a mayores niveles de EPO en el cuerpo, menos cansancio.

Hasta la fecha había dos formas de aumentar dichos niveles. Una, legal, que consistía básicamente en entrenar en alturas superiores al nivel del mar; y otra, ilegal, inyectándose la hormona o con transfusiones sanguíneas para aumentar el nivel de glóbulos rojos. Pero si los laboratorios detectaban en los análisis un nivel superior al 50% de hematocrito (es decir, que la cantidad de glóbulos rojos era más de la mitad de toda la sangre), ese era un indicio para sospechar que se trataba de un caso de dopaje, ya que no es posible producir semejante volumen de forma natural. Pero esas sospechas ya no serían tan evidentes si se utilizan terapias génicas.

“Hay que terminar con la hipocresía, aceptar el dopaje como algo habitual y que todos puedan tener su poción mágica” Yannick Noah, tenista francés

El arma secreta para los tramposos sería la técnica conocida como Repoxygen. Según Thevis, consiste en inyectar el gen productor de dicha hormona en un virus inocuo que los expertos denominan vector. Y al igual que los virus de la gripe infectan las células, estos vectores virales se inyectan en las células musculares. Pero en vez de hacer que enfermen, las mejoran: aumentan su capacidad de fabricar EPO. De esta manera, se producen mayores cantidades de dicha hormona de forma “natural” sin que los niveles de hematocrito superen el 50%, lo que lo hace casi imposible de detectar.

Pero el dopaje genético incluye otras terapias, como la modificación del ADN muscular inyectando un virus portador del gen para la fabricación de IGF-1 (Insulin-Like Growth Factor-1), un factor de crecimiento similar a la insulina, de potentes efectos anabolizantes. Este gen se inyecta junto con otro cuya función es indicarle al IGF-1 las células musculares donde debe sintetizar la sustancia.

El gran problema es que, mediante la terapia genética, el IGF-1 no sería detectable con los análisis de sangre. Sería necesario realizar biopsias musculares y: “Ni así hay garantías absolutas de éxito”, según explica Friedman, responsable del área genética del AMA.

Una tercera vía está vinculada a las investigaciones con los genes que activan la producción de miosina IIb, una forma de miosina (la proteína más abundante del músculo, que participa en su elasticidad) cuya característica es una velocidad altísima de contracción y que proporciona una gran potencia a las fibras rápidas. Dicha terapia podría permitir elevadas mejoras en el rendimiento de todo tipo de velocistas.

Búsqueda contra reloj de un test eficaz
En julio de 2011 se celebró en San Petersburgo el Tercer Encuentro sobre Dopaje Genético. Desde entonces, el AMA lleva gastados más de 4,73 millones de euros en intentar desarrollar un nuevo test que permita detectar con éxito estas prácticas. ¿Lo han conseguido? En el Centro de Control de Drogas del King’s College de Londres, que es el laboratorio oficial en el que se realizarán todas las pruebas antidopaje de los Juegos Olímpico 2012, nadie quiere cantar victoria. Pero albergan esperanza.

Los investigadores trabajan contra reloj en el desarrollo de diversas pruebas para detectar el uso de terapias génicas, pero aún no han obtenido ningún resultado concluyente.

“Hay que legalizar el dopaje. Es algo habitual y, como no se puede parar, hay que tratarlo de forma razonable” Floyd Landis, ciclista estadounidense

Los logros más alentadores los ha arrojado un test basado en el estudio de los componentes del ADN humano, los exones y los intrones. Según explican los especialistas, la prueba que han desarrollado quizá permita encontrar moléculas modificadas en un entorno de alrededor de solamente diez mililitros de sangre.

Aunque reconocieron, sin embargo, que esta prueba debe estudiarse más a fondo para comprobar su eficacia, pues aún no está claro su nivel de fiabilidad y exactitud, y se desconoce el período de tiempo en que las diferentes transformaciones genéticas dejan huella en la sangre.

¿Se deben legalizar las prácticas prohibidas?
En este contexto, son cada vez más los deportistas y científicos que consideran que la batalla contra el dopaje es una causa perdida y que proponen, por tanto, legalizar muchas de estas prácticas.

En el caso de las terapias génicas es más complicado, ya que, como explica Thomas Friedman: “Aún no se conocen todos los efectos secundarios sobre la salud de los deportistas, pero sí se sabe, por ejemplo, que los genes introducidos pueden activar otros implicados en cánceres y que hasta entonces habían permanecido silenciosos”.

Pero muchas de las técnicas tradicionales de dopaje, como las transfusiones sanguíneas, no presentan riesgos para la salud si se realizan con la adecuada supervisión médica.

En una línea similar, John Harris y Sarah Chan, del Instituto para la Ética de la Ciencia de la Universidad de Manchester, se plantean en un artículo publicado en la revista Gene Therapy que: “¿No son también mejoras artificiales los bañadores de alta tecnología? O el entrenamiento.

Se diría que el dopaje es injusto para quienes no lo practican, mientras que el entrenamiento está al alcance de todos. Pero el entrenamiento de élite puede ser muy caro, y estar incluso menos disponible para los deportistas de ciertos países que las sustancias dopantes”.

Por todo esto, Harris y Chan afirman que para los Juegos Olímpicos de 2016 tal vez sea necesario legalizar de una vez muchas de las sustancias y prácticas que hoy están prohibidas.

Vicente Fernández López