A finales de los años setenta, los ordenadores todavía eran un lujo que no todo el mundo se podía permitir. En 1977, por ejemplo, el Apple II salió al mercado por unos 4.500 dólares de la época en su versión de 48 K de RAM. Pero fue a principios de los ochenta, con la llegada del IBM 5150, el primer PC (Personal Computer), cuando se empezó a hablar de informática personal. En Europa fueron Sinclair, Commodore y Amstrand los que se convirtieron en los reyes del mercado. De hecho, los que estamos en la treintena, tenemos nuestros primeros recuerdos tecnológicos asociados al sonido del radiocasete que cargaba los juegos del Spectrum. Este sigue siendo uno de los ordenadores más vendidos de la historia en España y, hoy en día, algunos de los juegos desarrollados para él siguen editándose con éxito para móviles y hay enciclopedias online en su honor como www.worldofspectrum.com. Tal fue su nivel de popularidad que había programas de radio, como Sábado Chip o El vicio del silicio, que emitían el pitido codificado de uno de sus juegos para que te lo grabaras y pudieras jugar con él. He aquí señores, nuestra primera experiencia vital de pirateo informático. En cuanto a los ordenadores portátiles, la revolución llegó más tarde. El primer diseño de “ordenador para llevar” fue el Dynabook, obra de Alan Kay, un ingeniero del Centro de Investigación de la Escuela de Palo Alto en California (EEUU) pero la tecnología existente en ese momento, en 1970, aún no hacía posible convertir este sueño realidad. Así, el verdadero abuelo de los portátiles actuales es el Osborne, un ordenador del tamaño de una máquina de coser portátil del que se vendieron 10.000 unidades. El dueño de una de estas joyas antiguas, ganó el año pasado un concurso convocado por Intel en Holanda, para encontrar el portátil más antiguo en este país. En la edición española, el premio se repartió entre los cinco propietarios de un Epson HX-20, una verdadera reliquia que se comercializó en 1982, el primero con las baterías incorporadas. Aunque, en este caso, el verdadero apogeo llegó a partir de 1990 con los Pentium y los ratones de bola. Pero las piezas de este revival más preciadas son las relacionadas con la prehistoria de la Play o la Wii.

El comecocos y las recreativas
El primer videojuego de la historia fue una versión computerizada del tres en raya que enfrentaba al humano con la máquina, llamada Nought and crosses y que desarrolló Alexander S. Douglas en 1952. En 1958, William Higginbotham ideó como entretenimiento para los visitantes de una exposición el Tennis for Two, un simulador de tenis de mesa que fue el primer juego que proponía enfrentarse a dos humanos entre sí. Este fue el más directo antecesor del considerado el iniciador de la era de la industria de los videojuegos: el Pong, que no apareció hasta 1972. Este, junto al PacMan, el Tetris y el Space Invaders, se han convertido en los videojuegos más copiados y versionados de la historia. De hecho, hay toda una moda, el retrogaming, que lleva a las revistas especializadas a dedicar páginas a juegos de los que se cargaban con cartucho. A finales de julio, se produjo un encuentro en Bilbao organizado por Retroacción, otra asociación dedicada a la vuelta a la tecnología clásica, centrado en la historia de las videoconsolas. Respecto a estas, la Odyssey, comercializada por Philips fue la primera de la historia pero, en España, la Coleco y la Super Nintendo eran las más conocidas. Siempre emparentadas con las máquinas recreativas, el único modo que tenían los menos favorecidos de disfrutar de los videojuegos. En Rusia, donde se hartaron de ellas antes de la caída del muro, un grupo de estudiantes ha rescatado aquellas máquinas y las ha puesto en funcionamiento en un museo al que cualquiera puede acudir con las monedas de la época y echar una partidita. Por último debe mencionarse que esta moda está extendiéndose a una de las tecnologías más reciente: la telefonía móvil.

Redacción QUO