Llevamos mucho tiempo buscando el origen del patriarcado y de la cultura de soberanía masculina sobre las mujeres. El ensayo científico que más ha trascendido al respecto es el de Gerda Lerner, La creación del patriarcado, en el que analiza los diversos supuestos históricos que favorecieron el sistema de dominación masculino.

Las pesquisas de Lerner sostienen que el patriarcado es una creación cultural y no un comportamiento universal propio de toda la humanidad, como tantas y tantas veces se ha pretendido imponer.

Según Lerner, el dominio y explotación de las mujeres por los hombres surgió en una época específica como resultado de la compleja interacción de factores demográficos, ecológicos, culturales e históricos, desarrollados a medida que la gente se fue adaptando a las nuevas circunstancias. A comienzos del Neolítico, los factores que impulsaron el cambio fueron catalizados desde el proceso que media entre la etapa nómada y la sedentaria.

Las causas y localizaciones son múltiples aunque, en todo caso, aparece relacionada la idea de la mercantilización de la capacidad reproductiva de la mujer, y la consecuente explotación sexual dentro del marco de relaciones comerciales.

Pero ahora, investigadores del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla han estudiado las evidencias arqueológicas de las sociedades del Neolítico en la península ibérica desde una perspectiva de género que ratifican la tesis de Lerner.

Han analizado las condiciones de vida (proporción demográfica, dieta, datos genéticos, movilidad, enfermedades y marcadores de estrés) y las prácticas funerarias (tipo de enterramiento, el carácter del depósito, si se trataba de un enterramiento individual o colectivo, la organización espacial del mismo, la posición y orientación de los cuerpos, los elementos de ajuar que se depositaban en la tumba o los gestos funerarios) de los habitantes de la península.

Tenido todo eso en cuenta, el estudio concluye que la desigualdad entre hombres y mujeres no estaba consolidada ni generalizada en el Neolítico peninsular pero sí se aprecian situaciones que indican un dominio del hombre sobre la mujer que pudieron crecer de manera progresiva.

 

The ladies love me!

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En el estudio se definen cuatro líneas que pueden servir para medir la desigualdad en cualquier periodo histórico que son el acceso a ritos funerarios, las condiciones materiales, la aparición de roles sociales en función del género y la asociación del hombre con la violencia.

Es precisamente este último aspecto el que más evidente resulta en su estudio. Las heridas de flecha en cuerpos masculinos, los proyectiles en sus tumbas o las representaciones pictóricas de hombres cazando no tienen un paralelo equivalente en las mujeres, apuntando al nacimiento de una ideología que conectaba a los hombres con el ejercicio de la fuerza.

Esperamos escribir pronto el artículo sobre el final.

Esther Sánchez