Quien tiene hijos está acostumbrado a recibir continuamente sugerencias sobre cómo debe criarlos, si deben comer esto o lo otro o cuál es la manera de poner orden en su hogar. Abuelos, amigos, vecinos… siempre aparecen expertos dispuestos a dar consejos sobre lo que debe y no debe hacer. ¿Hay una sola manera correcta de ser buenos padres? Una encuesta realizada en el CS Mott Children´s Hospital, en la Universidad de Michigan, desvela el duro enfrentamiento al que se ven sometidos los padres contra sí mismos y contra las críticas que reciben.

Muchos responden a las críticas de manera positiva, como cambiar algún aspecto de su crianza o buscar más información sobre el tema; sin embargo, otros tuvieron la reacción opuesta. «Si bien algunos padres dicen que las críticas les incitan a buscar más información sobre las buenas prácticas, demasiado desprecio puede hacer que los papás se sientan desmoralizados con respecto a su papel paterno», explica la codirectora de la encuesta de Mott, Sarah Clark.

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«Los padres que aman y se comprometen pueden tener un impacto positivo en el desarrollo y bienestar de sus hijos, pero los diferentes miembros de la familia deberían estar dispuestos a reconocer que existen distintos estilos de crianza sin que sean necesariamente incorrectos o perjudiciales” añade. Una de las críticas que más les cuesta asumir es el modo en que ponen disciplina en el hogar, según el informe, y también es el aspecto que más divide a la pareja. En este sentido, es habitual que falte consenso en decisiones tan cruciales como la edad a la que el niño debe empezar a seguir ciertas reglas o las consecuencias más apropiadas ante un mal comportamiento. «Abordar la mala conducta es uno de los mayores desafíos de la crianza de los hijos, y los padres no siempre están en la misma página cuando se trata de expectativas y consecuencias», reconoce la investigadora.

¿Quién es quién para juzgar?

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La mujer es la que más a menudo saca los colores al progenitor, pero también los abuelos se muestran muy dados a enjuiciar, igual que los amigos, de acuerdo con los resultados de la encuesta. Se le critica, por ejemplo, cuando juega con los niños. Aunque la mayoría participa más en sus actividades físicas, la percepción en su entorno es que no les está protegiendo adecuadamente de las lesiones. Clark encuentra una explicación: «En algunos casos, esto puede ser un reflejo de los roles históricos de género, donde las madres son consideradas como cuidadoras natas, mientras que los padres cargan con el prejuicio de tener una capacidad de crianza limitada y necesitada de supervisión o corrección”.

Es algo que se repite en cualquier contexto. A pesar de que nueve de cada diez encuestados reconoce que la labor del padre es positiva, el ninguneo es algo común por parte del médico, la enfermera o el maestro, dándole a entender que desconoce las necesidades o el comportamiento del pequeño. Además, casi una cuarta parte de los padres encuestados se sienten excluidos de la comunicación sobre las actividades de sus hijos. “Incluso las formas sutiles de desprecio pueden socavar la confianza de los padres o enviar el mensaje de que son menos importantes para el bienestar de sus hijos”, indica Clark.

Marian Benito