Un empleado de la empresa eléctrica de Amsterdam prendió el 28 de julio de 1928 la antorcha que inauguraba los Juegos Olímpicos. La llama quedó como símbolo de la superación de las barreras raciales, religiosas y políticas del deporte, aunque este carácter casi ha sido una excepción.

El primero en romperlo fue Hitler, quien pretendió usar los Juegos de Berlín de 1936 para demostrar la superioridad aria. Le salió mal, porque el atleta negro Jesse Owens pulverizó a sus rivales y conquistó 4 medallas de oro.

Redacción QUO