El arte rupestre no deja de maravillarnos y de depararnos sorpresas. La última de ellas nos ha llegado a través de un estudio realizado por un equipo de la Simon Fraser University, en Canadá. Muchas de estas pinturas muestran figuras de animales. Pero también hay varios ejemplos de arte de las cavernas, consistente en paredes sobre las que han sido estampadas decenas e incluso cientos de manos humanas.

Y observando más de cerca dichas mano, es posible percatarse de un macabro detalle: a muchas de ellas les faltan uno o dos dedos. Así, por ejemplo, en las grutas de Gargas, en Francia (a la que pertenece la imagen inferior), hay pintadas más de doscientas manos, de las cuales al menos cien están mutiladas. Y de las casi cincuenta que hay en la cueva de Cosquer (también en el país vecino), le ocurre lo mismo a más de veinte.

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Hasta la fecha, la hipótesis más aceptada es que aquellas manos pertenecían a personas que habían sufrido los efectos de la congelación, provocándoles la pérdida de varios dedos. Pero los investigadores canadienses sostienen otra tesis: que aquellas amputaciones pudieron hacerse (tal vez) de forma voluntaria.

Los investigadores han estudiado las costumbres de diversas tribus a lo largo del planeta. Y han observado que, por ejemplo, entre los hotentotes africanos, era costumbre que las mujeres que enviudaban y deseaban casarse de nuevo, se cortaran un dedo para dejar volar al espíritu de su primer marido. De un modo similar, las mujeres de la tribu dani de Nueva Guinea, se cortaban un dedo a modo de ofrenda, para pedir a los espíritus que las ayudasen a quedarse embarazadas.

Por eso, los investigadores creen que entre esas manos mutiladas que se ven en las pinturas rupestres, hay un poco de todo. Algunas pudieron pertenecer a personas que efectivamente sufrieron congelación u otro tipo de accidente. Pero están convencidos de que otras muchas pertenecieron a hombres y mujeres que se cortaron los dedos de forma voluntaria, como parte de algún ritual ancestral perdido en la noche de los tiempos.

Fuente: IFL Science.

Vicente Fernández López