María estaba cansada de que Nicolás, su marido, llegará a altas horas de la noche con un par de copas de más en el cuerpo. En venganza, llamó a un cerrajero para que cambiara la cerradura: si quería entrar cada noche en casa, debería llamar para que ella le abriera.

Al contrario de lo que María pensó en un momento, el ver la cara de su mujer enfadada cada noche, no avergonzó en ningún momento a Nicolás, quien decidió proseguir con su fiestera actitud. Cansada de sus desplantes y más aún de tener que despertarse para abrirle cada noche de madrugada, ideó un último reto basado en una idea que cogió del último libro que había leído: El codigo da Vinci. No sería ella quién le abriera, sino que cada noche le dejaría un mensaje encriptado que tendría que descifrar para poder encontrar las llaves y consecuentemente, entrar en casa. Quizás eso le haría desistir de su copas nocturnas. Cuando llegó a casa Nicolás, como cada noche, gritó su nombre desde la acera de la calle:

¡María, la llave!

– (Silencio)

María no estaba ni daba señales de vida. Previamente, se había puesto unos tapones para los oídos bajo los cascos del MP4, por lo que despertarla iba a ser imposible. Nicolás se da cuenta de que en la puerta de casa, hay una nota en la que hay algo escrito. Cuando se aproxima a leerla, se percata de que o está demasiado ebrio o el mensaje está en un idioma que él no entiende. Lo que si tiene claro es que en el mensaje indica elescondite de las llaves:

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Maldita sea ¡esto parece estar en hebreo! -gruñe Nicolás-.

QuoAnacleto… ¿Dónde están las llaves?

Apunte: la nota de María está en perfecto español.

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Redacción QUO