En la medicina moderna, parece que los milagros están muy baratos”, afirma Peter Gumpel. “Situaciones que hace siglos llevaban implícita una sentencia de muerte, como el cáncer, son ahora objeto de curación mediante tratamientos complejos”, explica. Lo llamativo es que esta afirmación no la ha realizado ningún escéptico ni alguien que se declare ateo, sino un jesuita que forma parte de la congregación vaticana que se dedica a investigar las curaciones sobrenaturales.

Para que una sanación sea considerada milagrosa, la Iglesia católica exige el cumplimiento de una serie de requisitos instaurados por el papa Benedicto XIV en el siglo XVIII: que se trate de una enfermedad física e incapacitante (los trastornos mentales están excluidos), que esté diagnosticada, y que la curación sea espontánea, repentina y no explicable por los parámetros de la ciencia actual. Pero para el padre Gumpel, estos criterios no siempre se han cumplido. “Es doloroso reconocerlo, pero se han dado por buenas supuestas curaciones de enfermedades que no estaban rigurosamente diagnosticadas”, asegura el jesuita.

De una opinión similar es Juan Antonio Aguilera, director del departamento de Bioquímica de la Universidad de Granada, para quien hasta las estadísticas están en contra de la existencia de los milagros. “Antes del siglo XX se contaban a cientos, pero en las últimas cuatro décadas, solo cuatro han sido aceptados como tales”.

MENOS CURACIÓN SOBRENATURAL

Si tomamos como ejemplo Lourdes, de las más de seis mil supuestas curaciones que allí se han producido, solo sesenta y seis han sido reconocidas por la Iglesia como milagrosas. Y todas ellas se produjeron mucho antes de que Patrick Theillier fuera nombrado director del comité médico del célebre santuario. Theillier se define como católico, pero sus creencias no han impedido que instaure un proceso de investigación riguroso que cribe los supuestos fenómenos sobrenaturales.

El director del comité examina personalmente a cada paciente que ha sanado, luego se pone en contacto con sus facultativos habituales y recopila los informes médicos sobre el desarrollo de su dolencia. Dichos informes son examinados después hasta por doscientos especialistas independientes que no están vinculados al santuario.

Desde que Theillier tomó posesión de su cargo, ninguna curación ha superado su proceso de criba. “Hace un siglo, cuando se creó este comité,” explica, “era habitual que se produjeran decenas de supuestas sanaciones milagrosas de casos de tuberculosis, enfermedad que hoy se cura. Por eso, los tuberculosos han desaparecido del santuario y su lugar ha sido ocupado por pacientes de otras enfermedades, como el cáncer. Curiosamente, de las 66 curaciones reconocidas como milagrosas en Lourdes, solo tres son de casos de cáncer. “Hemos adelantado mucho en este campo, lo que significa que puede que dentro de cincuenta años los milagros de ayer no superen los criterios científicos del mañana”, afirma tajantemente Patrick Theillier.

Sanación espontánea

Unas palabras que resultan proféticas si tenemos en cuenta las recientes investigaciones sobre las regresiones espontáneas del cáncer. Se trata de un fenómeno excepcional que fue estudiado por primera vez en 1965 por el médico norteamericano Warren Cole, quien recopiló 176 casos en los que los tumores malignos habían desaparecido sin que se hubiera aplicado tratamiento alguno al paciente.

Cole observó que el fenómeno, dentro de su excepcionalidad, era más frecuente en los casos de los tumores conocidos como carcinomas, aunque también se daba (en casos aún más raros) en cánceres de colon y mama. En España, el doctor Bruno Sangro, de la Unidad de Hepatología de la Clínica Universitaria de Navarra, ha dirigido un estudio cuyos resultados fueron publicados en European Journal of Gastroenterology & Hepatology.

Según sus conclusiones, la regresión espontánea total o parcial es más habitual en el caso de los tumores llamados hepatocarcinomas. “Es un fenómeno que se da en tres casos de cada mil”, explica el experto.

¿Las causas? Siguen siendo un misterio, aunque el doctor Sangro aventura una hipótesis que podría explicarlo, pero que no tiene nada de milagrosa: “El ritmo de crecimiento del tumor influye. Cuando este crece demasiado deprisa, no le da tiempo a crear una red vascular suficientemente eficaz para nutrirlo. Es como si muriera de hambre”.
El efecto placebo tampoco parece ser una de las causas de estas remisiones espontáneas.

¿El poder de la oración?

Es cierto que se han realizado estudios acerca del poder benéfico sobre los enfermos de la oración pero, curiosamente, ninguno ha avalado los supuestos beneficios médicos de tal práctica. Más bien al contrario.

El primer experimento serio al respecto fue realizado en 1983 en el San Francisco Medical Center, y para llevarlo a cabo se empezó dividiendo a doscientos pacientes de edema pulmonar grave. Cien sabían que alguien rezaba por ellos, el resto no. Del primer grupo fallecieron solo trece, frente a los 17 decesos del segundo, pero los médicos llegaron a la conclusión de que la diferencia era insignificante como para poder adjudicar responsabilidad alguna al poder de las plegarias.

Peligros del estrés

Más recientemente, en 2009, otra investigación realizada por el doctor William Bethea y cuyos resultados se publicaron en American Heart Journal arrojó un resultado cuando menos curioso: la oración podía tener efectos perjudiciales, ya que el 59% de los enfermos que sabían que rezaban por ellos mostraban más estrés que el resto.
¿Todo eso quiere decir que la ciencia está erradicando la creencia en los milagros? Para Patrick Theillier, la respuesta está clara: “Un milagro es sobre todo una certidumbre personal. Por eso, la ciencia nunca será capaz de confirmar ninguno”.

Vicente Fernández López