Este componente de la pasión humana es el que puede ser más sensible a los problemas neurohormonales, a las alteraciones del eje hipotálamo hipófiso-gonadal y al efecto adverso de ciertas medicaciones habitualmente utilizadas en las enfermedades crónicas. Es objeto de posibles tratamientos con testosterona, tanto en hombres como en mujeres, y el más efímero de los deseos. Y por último, el anhelo de encuentro mutuo se suele inhibir por desavenencias, desencuentros o problemas de comunicación. Es, por tanto, la capacidad para relacionarse y la sensibilidad corporal disminuidas las que afectan a esta importante porción del deseo. Pero las tres dimensiones no suelen actuar en solitario. Están íntimamente conectadas, y cuando se “avería” una de ellas, las demás se resienten. Y además, las tres, solas o sumadas, nos “ponen”, nos llenan los genitales de sangre y, con mayor o menor fuerza, despiertan toda la química de nuestra respuesta sexual. Lo importante es llegar a saber la que necesita más atención en cada momento de nuestras vidas. El “tranvía llamado Deseo” tiene variados pasajeros en su interior, también distintos momentos de partida y llegada, y puede realizar muchos trayectos. El mero hecho de saberlo nos puede ayudar mucho a alentar los nuestros. Si tenemos todo esto en cuenta, seremos mejores amantes y, a la vez, más amados.

La influencia del guapo oficial
El modelo de belleza dominante influye en la atracción, como también lo hacen nuestra herencia genética y los aprendizajes familiares. Mejor con piernas largas. La Universidad polaca de Wroclaw, según un informe publicado por New Scientist, reunió a 218 personas para que clasificaran las fotogra­fías de siete hombres y otras tantas mujeres en función de su atractivo. Las imágenes habían sido retocadas de forma que las 14 personas tuvieran la misma altura, pero con una longitud de piernas que variara entre el 0, el 5, el 10 y el 15% de la media polaca. Independientemente de su aspecto, los voluntarios prefirieron a las personas con unas piernas un 5% más largas, seguidas de las que tenían unas extremidades normales o un 10% más extensas. Según los investigadores, Boguslaw Pawlowski y Piotr Sorokowski, estas preferencias esconden una razón genética: la de encontrar una pareja en mejores condiciones para reproducirse.

Redacción QUO