Los investigadores examinaron el ADN de 148 jóvenes sanos de ambos sexos, todos ellos estudiantes de la Universidad, y compararon los resultados que los diferentes individuos habían arrojado. Según los datos obtenidos, una modificación de este gen tiene un efecto depresor sobre el deseo sexual en algunos sujetos, mientras que en otros produce exactamente el efecto opuesto, el de aumentarlo. Esta última variante se debe a un cambio relativamente reciente producido hace 50.000 años en Homo sapiens. Según Richard Abstein, alrededor del 30% de la población lleva la versión “deseo reforzado”, mientras que en un aproximado 60% se encuentra la versión “depresora”. Por otro lado, científicos del Instituto de Neurobiología (INB) de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) realizaron una serie de estudios con el fin de explicar la falta de apetito sexual en algunos roedores. Los investigadores, encabezados por el director del INB, Raúl Gerardo Paredes, observaron que las ratas que no copulan carecen de una enzima llamada aromatasa en una región del cerebro conocida como el área preóptica media (APM). Esta enzima es muy importante para la conducta procreadora. Tras analizar los resultados del estudio, realizado en Juriquilla, en el estado mexicano de Querétaro, y publicados en la revista Journal of Neuroendocrinology, Paredes y su equipo llegaron a una importante conclusión: entre el uno y el dos por ciento de las ratas no posee esta enzima y no muestra ningún deseo sexual. Según afirma Paredes: “Algunos ejemplares pueden incluso pasar su vida sin practicar jamás el coito”.

Redacción QUO