Fue junto a Sam Peckinpah, John Frankenheimer y Sydney Pollack, uno de los directores claves del cine americano de los años 60. El secreto de su éxito radicó en una fórmula consistente en utilizar los viejos géneros de Hollywood (el western, el cine negro…) para expresar los conflictos de la nueva generación americana, desconcertada por la violencia, los problemas raciales y la incipiente guerra de Vietnam.

Inició su carrera en la televisión y también pasó por el teatro donde, entre otros montajes, dirigió la primera versión de Sola en la oscuridad, protagonizada por Lee Remick.

Su debut en el cine se produjo en 1958 con El zurdo, un western protagonizado por Paul Newman sobre la figura de Billy el Niño. Ya en esta película, Penn dejaba claro que su visión del género era distinta ya que, basándose en un guión de Gore Vidal, retrataba al pistolero como si se tratara de un delincuente juvenil contemporáneo y dominado por una homosexualidad latente.

Cambió luego de registro totalmente para filmar El milagro de Ana Sullivan, la célebre historia de la niña Hellen Keller, que nació ciega y sordomuda y la lucha de una profesora ( Anne Bancroft) por enseñarla a comunicarse con los demás.

Pero fue en 1966 cuando la carrera de Penn despegó definitivamente. Fue con La jauría humana, el implacable retrato de una pequeña localidad de Texas enloquecida durante una noche de sábado por la violencia y el alcohol. Pocas veces se ha realizado un retrato tan descarnado de lo mezquino y miserable que puede llegar a ser el ser humano cuando se transforma en una masa vociferante. Apoyada además por un reparto excepcional e irrepetible, que incluye desde superestrellas como Marlon Brando, Robert Redford y Jane Fonda, a actores de carácter de la talla de James Fox, Robert Duvall o Angie Dickinson, The chase (ese es su título original) sigue siendo hoy una obra maestra absoluta.

Igual que Bonnie and Clyde (1968), la película que se convirtió en el mayor éxito comercial de su carrera. Protagonizada por Warren Beatty y Faye Dunaway, la cinta convierte a la célebre pareja de delincuentes en dos jóvenes desesperados y deconcertados en el mundo que les ha tocado vivir. Introducidos en el mundo de la delincuencia por pura diversión, convertidos en asesinos por una fatalidad del azar, y transformados finalmente en héroes populares por su lucha contra los bancos, en la América de la gran depresión. El filme, cuenta además con diálogos memorables.

-Soy un experto en coches.

-¿Ah,si? ¿Y qué coche es este?

-Un Ford Coupé.

-Te equivocas. Este coche es un ford Coupé… robado.

Y nadie olvidará jamás la violenta escena final en la que los protagonistas son acribillados por cientos de disparos hasta que sus cuerpos se convierten en guiñapos, y en la que se inspiró claramente Francis Ford Coppola para la escena en la que James Caan es masacrado en El padrino (1972).

Penn seguiría legando títulos memorables a la historia del cine americano. Como Pequeño gran hombre (1970). Basada en la «falsa autobiografía» de Jack Crabb, el supuesto único superviviente de la batalla de Litlle Big Horn, narra la historia de un personaje (interpretado por Dustin Hoffman) que tras sobrevivir a la masacre de su familia es adoptado por los indios cheyennes. Los avatares de la vida le harán regresar al mundo de los blancos y desempeñará todos los roles típicos de la mitología del salvaje oeste: vendedor de elixires, pistolero, explorador…hasta sobrevivir milagrosamente a la masacre del Séptimo de Caballería del general Custer. Hilario J. Rodríguez definió esta película como un retrato de la demencia americana, al presentar un país en el que todos, blancos e indios están locos, y en el que el único personaje lúcido es el abuelo cheyenne del protagonista, encarnado por un entrañable actor indio llamado Chieff Dan George. Quien haya visto la película jamás olvidará la deliciosa escena de la muerte y resurrección de este personaje.

Pero sería en 1975 cuando Penn rodaría su obra maestra, La noche se mueve (1975). Una de las mejores películas de cine negro jamás realizado. Un filme de suspense sin suspense, que destaca por su ritmo lento y por su atmósfera melancólica y desencantada. El filme pretende ser un reflejo de las frustraciones de la llamada «generación Kennedy», y de hecho los personajes se preguntan en una escena donde estaban cuando asesinaron al presidente. Protagonizada por Gene Hackman, cuenta la historia de un detective privado que busca a una menor desaparecida. Paralelamente, el antihéroe descubre también que esposa le es infiel. En una de las escenas más memorables, el personaje de Hackman, harto de todo, mata las horas bebiendo cerveza y viendo un partido de fútbol americano por la televisión. En ese momento, aparece su esposa y él le pregunta:

-¿Dónde has estado?

-Fui al cine con unos amigos.

-¿Y que visteis?

-Mi noche con Maud.

-¿Francesa? A mi el cine de Rohmer siempre me ha parecido como ver crecer un árbol.

Ella, dándose cuenta de que la situación está tensa, cambia de tema y le pregunta a su esposo:

-¿Qué tal el partido? ¿Quién gana?

-Ninguno -responde él-. Todos pierden solo que unos más que otros.

Es difícil encontrar un diálogo más demoledor en toda la historia del cine. Aunque la película atesora otros momentos grandiosos: la escena final de la lancha y la avioneta y (especialmente para mitómanos) el desnudo de una jovencísima Melanie Griffith.

Lamentablemente, tras La noche se mueve, la carrera de Penn ya nunca volvería a brillar a semejante altura. Sus siguientes filmes son cuando menos desconcertantes. Como Missouri, un rarísimo western en el que Marlon Brando interpreta uno de los personajes más extravagantes de su carrera: un asesino a sueldo obeso y trasvestido de abuela. O Penn& teller get kiled, una macabra anticomedia sin diálogos en el que el suicidio de los dos protagnistas al inicio del filme, desencadena una ola de suicidios consecutivos hasta que toda la humanidad queda extinguida.

Que Arthur Penn no era un optimista, era algo que ya sabíamos. Que era un gran director, también. Y solo queda volver a ver Bonnie and Clyde, La jauría humana, Pequeño gran hombre o La noche se mueve, para confirmarlo. Descanse en paz, maestro.

Vicente Fernández López