La felicidad, en los ojos
Y es que para muchos expertos, por muy “erótica” que pueda resultar una voz, no hay ningún sentido tan erotizante como la visión. No hay más que ver la reacción de muchas cuando ven a yogurines como Darek, el novio de la Obregón, que ponen en evidencia lo poderosa que puede resultar la imagen como incentivo sexual (a falta de poder tocar al muchacho).
Algunos dicen que mirar al sexo opuesto causa felicidad. La cara de Ana Obregón lo dice todo. La condición es que la persona resulte atractiva, claro. En cambio, si alguien nos gusta y, por más que lo intentemos, no logramos el contacto visual, nuestro cerebro muestra desilusión y frustración. Cruzar miraditas furtivas para apreciar los encantos nos hace sentir lo mismo que sienten los apostadores de póquer en una jugada decisiva. La mirada de quien te gusta activa el núcleo estriado ventral, el área cerebral que está relacionada con la satisfacción de recibir premios y recompensas. ¿Y cuál es la perspectiva de un estímulo erótico, sino esa? Pero también tiene otras. Según el neurólogo Knut Kampe: “El encuentro de miradas se relaciona con la perspectiva del mayor estatus social que otorga estar con alguien atractivo”. Ese es el lado bueno; el malo es que ante la visión de una mujer explosiva, los hombres se convierten en el ser más vulnerable del mundo. ¡Animalicos! Y cuanto más macho es uno, peor, porque los que tienen mayores niveles de testosterona salen peor parados que el resto. Al menos, eso es lo que sostiene un grupo de científicos de la Universidad de Lovaina, en Bélgica. Lo comprobaron con un grupo de 176 voluntarios varones de entre 18 y 28 años a los que pusieron a hacer juegos que requerían decisiones financieras después de ver a chicas atractivas y valorar la lencería femenina que llevaban. Sí, el resultado fue el que imaginas: semejante estímulo arruinó su capacidad de concentración. De haber estado invirtiendo en Bolsa, se habrían arruinado. Pero, en cambio, esta reacción ha sido ideal en la evolución humana. “Es lo que se espera que hagan ellos en cuanto a la búsqueda de oportunidades reproductivas para transmitir los genes”, apunta George Fieldman, uno de los investigadores. Él y sus colegas andan buscando una explicación a lo más llamativo del estudio: que las mujeres no se distrajeran siquiera mínimamente ante los estímulos sexuales y pudieran tomar las decisiones pertinentes sin pestañear. Pero, ¿y el resto de los sentidos? ¿Qué papel desempeñan en el estímulo erótico?

El olor más erógeno
Uno de los más célebres estudios para averiguar el poder del olfato lo llevaron a cabo en la Universidad de Berna hace una década con un grupo de cien muchachas a las que pidieron que midieran el atractivo sexual olfateando las camisetas de chicos a quienes no habían visto nunca. Ellos no po­dían fumar, mantener relaciones sexuales, usar desodorante ni perfume, para no perturbar el olor corporal. Las chicas puntuaron en una escala de 0 a 10 el olor, agradabilidad, intensidad y atractivo sexual de cada una de las camisetas, y el resultado fue que las más valoradas correspondían a los chicos más atractivos. Aunque el sexo vaya precedido en muchas ocasiones de un festival culinario, no parece que el gusto sea lo más erotizante del mundo. A veces sí es un “contraestímulo”. ¡A ver quién se anima a hacer sexo oral si este sabe mal! Con el tacto ocurre lo contrario: un simple roce puede resultar electrizante. Es tan importante que el único sentido que ha dado lugar a un mapa de zonas erógenas es este. El sexólogo Francisco Cabello recuerda un estudio en el que se demostraba que a los clientes de un supermercado les resultaban más atractivas las dependientas que les rozaban al devolverles el cambio.

Cabeza y corazón
Lo que sí es seguro es que el incentivo sexual puede medirse en el corazón, donde late con más fuerza, y en los genitales, donde resulta más evidente; y ahora sabemos también que existe un cerebro para el erotismo. El desenfreno que provoca un estímulo pasa por unas zonas muy concretas; incluso se ha identificado el área vinculada con la excitación sexual. Jérôme Redoute y sus colegas del Centro para la Investigación Médica de Lyon, en Francia, han descubierto que una región denominada claustrum es la que más se activa ante un estímulo visual.
Todo empieza en el cerebro, es el lugar donde un pensamiento en principio neutro sobre algo o alguien se convierte en un estímulo erótico. O todo lo contrario, explica Francisco Cabello: “Ver a un hombre o a una mujer desnudos puede ser desde artístico a molesto, pasando por erótico, dependiendo del sentido que el cerebro dé a dicha visión”. Por eso, a unos la palabra les resulta de un erotismo imposible de resistir, y a otros les pone a cien una imagen evocadora. Cuestión de gustos.

Redacción QUO