Poner ambos conceptos en la misma frase puede provocar algún ataque de urticaria, pero muchas de las investigaciones sobre agricultura transgénica están orientadas a afrontar un escenario en el que los cambios a nivel global afecten de manera directa a las cosechas. «La investigación se está realizando en dos vertientes», nos explica José Manuel Mulet. «Por un lado se buscan variedades más resistentes a los efectos del cambio climático (sequía, frío, calor…) y por otro una agricultura más respetuosa con el medio ambiente y que genere menos emisiones».

En cuanto a la resistencia, este año, por ejemplo, está previsto que salga al mercado el primer maíz que consigue un 10% más de rendimiento frente al convencional en condiciones de sequía. En lo referente a evitar el calentamiento, los investigadores insisten en que crear variedades resistentes a herbicidas, o que no precisen insecticidas, ya está ahorrando millones de emisiones de CO2 a la atmósfera al prescindir una cadena de procesos en la siembra, el pre-tratamiento y el desbrozado.

Organizaciones como Greenpeace, en cambio, insisten en que los transgénicos «no son una opción» frente al cambio climático y critican que estén desplazando a los cultivos más tradicionales y «ecológicos».

Redacción QUO