Alas 16.00 h del 23 de julio de 2014, la nadadora menorquina Tita Llorens salió de la cala Sant Vicent en Ibiza. Su objetivo era recorrer a nado y sin neopreno los 84 kilómetros que separan esa isla de Mallorca. Pero a las seis horas de iniciar la travesía empezó a sufrir los picotazos de las primeras medusas, algo que, lógicamente, ya tenía previsto. “Al principio no le dimos importancia pero cada vez había más y parecía que el banco no acababa nunca”, recuerda. La cantidad fue tan descomunal que tuvo que abortar su objetivo. Una vez en el barco, siguió el rastro y comprobó algo que a los expertos aún les tiene asombrados: más de 50 kilómetros seguidos de medusas cubrían la distancia entre ambas islas. Afortunadamente, un año más tarde las medusas (que también las hubo) le dieron una tregua y logró la proeza, convirtiéndose de esta manera en la primera mujer del mundo que cruza sin protección esa distancia.

“Si tenemos en cuenta que en cada metro cúbico de agua puede haber hasta 20 medusas nos haremos a la idea de la cantidad descomunal que invade el Mediterráneo”, alerta Josep María Gili, profesor de investigación marina y del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC) de Barcelona.

En el Mediterráneo existen unas 300 especies diferentes pero solo una docena de ellas llegan a nuestras costas arrastradas por mareas.

Barcelona acogió el pasado mes de junio el V Simposio Internacional sobre Proliferaciones de Medusas, un claro reconocimiento al trabajo que desde España se está haciendo en el campo de la investigación de los cnidarios, el grupo de animales marinos que incluye a las medusas y a otros organismos gelatinosos, tanto urticantes como no. Nunca antes en Europa se había celebrado un encuentro como este –las anteriores ediciones, que se celebran cada tres años, han tenido como sede Alabama (EE. UU.), Gold Coast (Australia), Mar del Plata (Argentina) e Hiroshima (Japón)– con más de 250 expertos procedentes de 48 países.
El hecho de que tantos científicos se hayan reunido durante cinco días en la ciudad condal pone de manifiesto la preocupación que existe en la comunidad científica internacional por la proliferación de estos animales. Sin menospreciar las consecuencias sanitarias, lo cierto es que las medusas empiezan a causar verdaderos estragos económicos y sociales en el Mediterráneo. “Hemos detectado densidades anormalmente altas en zonas de la costa”, asegura César Bordehore, profesor del Departamento de Ecología Marina de la Universidad de Alicante, que no se atreve a dar cifras concretas. Pero asegura que entre el 50% y el 80% de las asistencias de los servicios de socorrismo en nuestras playas están relacionados con las picaduras de medusas.

¿Por qué vienen si llueve poco?

En el Mediterráneo hay unas 300 especies diferentes de medusas (de las aproximadamente 2.000 que, se estima, existen en el mundo) pero solo una docena llega a nuestras costas. El verano es la época del año en la que más se habla de medusas, aunque la realidad es otra: están presentes en nuestros mares y océanos durante todo el año. “Aunque resulte paradójico, las épocas en que más medusas han llegado a nuestras costas han sido casi siempre primavera e invierno”, cuenta Gili. Sin embargo, ciertas condiciones ambientales –un verano cálido y un invierno poco lluvioso como el de este año– favorecen la llegada de algunas especies como la Pelagia noctiluca, la más común del Mediterráneo, a nuestras playas”, explica durante el congreso el biólogo Antonio Canepa, investigador de la Universidad Pontificia de Valparaíso (Chile). 

La explicación es muy sencilla: “Cuando llueve mucho durante el invierno y la primavera, el agua de la costa es algo menos salada y más fresca que
la de mar abierto, donde viven estas especies. Los vientos las traen a nuestras costas y se produce un efecto parecido a cuando entran en contacto el agua y el aceite: quedan repelidas por esta diferencia de salinidad y temperatura”, cuenta el científico. Y, al revés, cuando llueve poco, como ha ocurrido este año, la temperatura del agua de la costa es parecida a la de mar adentro, de manera que favorece la llegada de las medusas”, añade.

Como mucho están tres días en las costas y solo es posible prever con exactitud su llegada con 48 horas de antelación.

Si al principio de verano es más habitual la Pelagia noctiluca, hacia el final del verano lo es la conocida como huevo frito. Sin embargo, Josep María Gili insiste en que no hay que alarmar y para ello pone dos datos sobre la mesa que invitan a la reflexión: “Si sumamos todos los días que hay medusas durante los tres meses de verano la cifra total no supera los 15 días”. Dicho de una manera más sencilla, sólo uno de cada seis días que estés en la playa no deberías meterte en el agua para evitar el riesgo de sufrir una picadura. El otro dato que aporta el profesor de investigación marina del CSIC también resulta esperanzador: “Salvo contadas excepciones, las medusas nunca están más de tres días en la zona de costa”. El gran problema, como han constatado los científicos durante el simposio de Barcelona, es que los modelos predictivos resultan insuficientes. Es la gran asignatura pendiente para los próximos años. “Hacen falta sistemas de predicción globales pero el desconocimiento general de nuestros mares aún los hace ineficaces”, se lamentan todos los expertos. Los actuales modelos combinan condiciones ambientales –altas temperaturas, nutrientes, dirección del viento, salinidad de las aguas y elevada concentración de zooplancton– para realizar proyecciones de futuro. Sin embargo, la realidad es mucho más dura: no existe ningún método fiable con más de 48 horas de antelación. Todo lo demás puede resultar papel mojado. ¿El mejor criterio? se pregunta con ironía Josep María Gili: “Que sople el viento en la misma dirección durante tres días seguidos”. Y sugiere un par de webs de obligada consulta: jellyrisk.eu y medjelly.com. 

Suez, ese regalo envenenado

El 6 de agosto del año 2015, el presidente egipcio Abdulfatah Al Sisi presentaba al mundo la ampliación del canal de Suez, una obra faraónica con un coste de casi 8.000 millones de euros. “Un regalo de Egipto al mundo”, dijo Al Sisi en aquella fastuosa inauguración. Desde un punto de vista de ecología marina tal vez habría que matizar aquellas palabras: “un regalo envenenado”. Desde su estreno en 1869 el canal de Suez se ha convertido en un coladero de especies invasoras que están alterando gravemente el ecosistema del Mediterráneo. Y ahora los científicos temen que este coladero sea aún mayor. “De las cerca de 950 especies no autóctonas –algas, invertebrados, peces– descubiertas en este mar, se calcula que algo más de la mitad vienen desde el mar Rojo y el océano Índico a través del canal”, indica César Bordehore. Ejemplos palpables son la medusa Rhopilema nomadica (que puede llegar a pesar 10 kilos y medir hasta 50 centímetros), procedente del Indopacífico o el ctenóforo norteamericano Mnemiopsis leidyi. De todas ellas, unas 130 son invasoras. El problema más grave es que, pese a los enormes riesgos que ello conlleva, Egipto no ha llevado a cabo hasta la fecha ninguna evaluación científica y clara del impacto medioambiental que ha supuesto la ampliación, como exige el Convenio sobre la Diversidad Biológica, en vigor desde 1993. El temor de muchos científicos en que en los próximos años se cuelen a través de las esclusas egipcias algunas especies altamente urticantes de cubomedusas de los géneros Alatina o Tamoya. De momento, cerca de 175.000 bañistas sufrirán este año las picaduras de medusas en nuestras costas. ¡Que no seas uno!

Con forma de huevo frito

La Cotylorhiza tuberculata, conocida como huevo frito por su forma, es la menos peligrosa de todas. Tiene algas que viven dentro de su tejido y sus células son poco urticantes. 

La más numerosa

La Pelagia noctiluca es la  medusa que causa más picaduras. Es una especie oceánica que está presente todo el año. 

La única que puede ser mortal

La Physalia physalis es la única que ha causado una muerte en el Mediterráneo. Se ha divisado en el Cantábrico y cerca de Cádiz.

Solo aparece en verano

La Rhizostoma pulmo es la segunda más numerosa pero, a diferencia de la Pelagia, solo vive los meses de verano. Sus tentáculos son muy urticantes.

En zonas de costa y con algas

La Olindias phosphorica es una medusa de costa,  sobre todo de bahías y zonas con fondos ricos en algas. Es pequeña y transparente, de picadura muy urticante.

Cubomedusa

La Carybdea marsupialis es una de la especies más peligrosas. Pequeña, estacional, costera y concentrada en grupos reducidos.