Locura transitoria

Sorprendentemente, la risa también tiene consecuencias nada agradables en nuestro sistema nervioso. Puede provocar cataplexia, la perdida bilateral del tono muscular. Aunque se trata de episodios súbitos y breves, quienes la sufren no pueden controlar los músculos y, de pronto, se caen. Esta condición (muy relacionada con la narcolepsia) se dispara a partir de emociones fuertes que dejan a los pacientes en un estado de relajación total, como demostró una investigación realizada por Sebastiaan Overeem, de la universidad de Leiden, Países Bajos. Si en cualquier persona un ataque de risa prolongado causa agotamiento debido a la intensidad con la que se tensionan los músculos, en pacientes aquejados de cataplexia puede disparar un ataque.

Hernias para un humor retorcido

Para Robin Ferner, profesor de farmacología clínica de la Universidad de Birmingham, y Jeffrey Aaronson, de la Universidad de Oxford, todo comenzó casi como una broma. El objetivo era escribir un artículo científico sobre los efectos nocivos de la risa. Después de analizar cerca de mil trabajos publicados en el British Medical Journal, hallaron que había más perjuicios que beneficios en esta práctica. Reírse con el estómago (partirse de risa) puede provocar una perforación en el esófago, o síndrome de Boerhaave, según un estudio realizado en el Hospital Liverpool, de Nueva Gales del Sur, Australia. Aunque esto habitualmente se produce por vomitar con frecuencia, también se puede desencadenar por tos excesiva o por reírse mucho. Estos dos últimos actos fuerzan nuestra musculatura abdominal. Si se sobrepasa un límite, puede llevar a una descoordinación neuromuscular: el esfínter superior del esófago no cierra y se rompe.

Ahogarse en humores

La respiración rápida que acompaña habitualmente a la risa puede provocar la inhalación de cuerpos extraños, revela un trabajo del Canadian Medical Association Journal. En pacientes con asma, unas carcajadas aumentan la posibilidad de un ataque, aunque lo más común es que provoquen un acceso de tos, más que una respiración con silbido. Ferner señala que “la risa tiene un efecto físico en los asmáticos, ya que a veces hasta una sonrisa falsa desencadena un ataque.” Por si no fuera suficiente, se demostró que en sujetos fumadores un ataque de risa puede causar neumotórax. Esto se conoce como síndrome Pilgaard-Dahl, por dos actores daneses (y fumadores) que lo sufrieron.

Como uva pasa

Aunque a muchos, y sobre todo a muchas, no les cause gracia, la risa puede provocar unas profundas líneas de expresión alrededor de la boca y los ojos. Cuando somos jóvenes, la cantidad de colágeno y elastina en nuestra piel permite que esta vuelva a su estado previo. Pero a medida que avanzamos en edad, la cantidad de colágeno disminuye y la dermis no recupera su configuración original. Entonces se producen las marcas de expresión. Paradójicamente, la risa y el llanto trazan líneas muy similares: las patas de gallo y los “paréntesis” alrededor de la boca. La gran diferencia es que llorar produce dos líneas distintivas que corren paralelas desde el borde del labio superior hacia la barbilla.

Mearse de risa

La eneuresis risoria, provocada por la contracción involuntaria de la vejiga, es la culpable de la expresión “mearse en los pantalones. La risa también puede ocasionar incontinencia por estrés, según un artículo publicado en NeuroImage. La causa es la debilidad de los músculos del piso pélvico o del esfínter uretral.

Corazón partío… de risa

Cuando nos reímos a carcajada limpia, la intensidad de esta produce un incremento en la presión intratorácica, debido a la cantidad de aire que inhalamos, la velocidad a la que los hacemos y el movimientos de la caja torácica y el diafragma. Este sobreesfuerzo, señalan cuatro estudios independientes publicados en el British Medical Journal, puede provocar un desmayo debido a un reflejo neural: de algún modo hay que hacer descender el volumen de aire que estamos ingresando, y el síncope es la respuesta. A nivel cardíaco, partirse la caja es capaz de producir exactamente eso: que se nos rompa el corazón. Esto ocurre a menudo en personas mayores de 60 años, alerta una investigación del New England Medical Journal, sin necesidad de que presenten síntomas previos. Levantar demasiado peso, un disgusto inesperado o unas risas particularmente violentas pueden producir la ruptura del corazón.

A mandíbula batiente

Pese a su apariencia sólida, los huesos maxilares poseen una articulación algo endeble. Un trabajo de Theodore Chan, de la Universidad de California, demuestra que reírse con la boca muy abierta de modo involuntario puede causar una dislocación de la mandíbula. Al igual que bostezar exageradamente o comer un bocado demasiado grande. El resultado, que no es permanente, sí es muy doloroso e incómodo, y la dislocación se reduce con o sin anestesia. Afortunadamente, el remedio está en la enfermedad: volver a sonreír, aunque sea con la boca cerrada, es un acto que libera endorfinas, los analgésicos naturales de nuestro cuerpo.