Nunca antes los estornudos de dos hurones, separados por un océano, desataron una oleada capaz de dar la vuelta al mundo. Pero la polémica puede dotar de poderosas alas incluso al impulso reflejo de estos peludos mamíferos. Los protagonistas de esta historia vivían encerrados en jaulas en el Centro Médico Erasmus, de Róterdam (Holanda) y la Universidad de Wisconsin (EEUU), como objetos de sendos experimentos dirigidos a comprobar qué mecanismos podrían llevar algún día al virus de la gripe aviar H5N1 a transmitirse por el aire entre mamíferos.

En su incesante búsqueda de nuevos anfitriones, este patógeno ya ha conseguido saltar de las aves a gatos, perros, cerdos, tigres y humanos en el entorno natural, pero no contagiarse entre individuos de estas especies. Si adquiriera esa habilidad entre humanos, especialmente por medio del aire, contaría con una magnífica herramienta para iniciar una pandemia. De ahí el interés que existe por tomarle la delantera e indagar sobre sus posibles tácticas en un laboratorio.

Para lograr este objetivo, dos equipos dirigidos por Ron Fouchier (Holanda) y Yoshihiro Kawaoka (EEUU) aplicaron en trabajos independientes técnicas de ingeniería genética al H5N1 y lo inocularon en hurones, el modelo animal más frecuente para la gripe, por su similitud con nosotros en reaccionar a ella. Casi al mismo tiempo, los dos equipos consiguieron generar virus capaces de saltar de un hurón a otro viajando en pequeñas gotitas por el aire. E infectarlo.

El potencial infeccioso que temíamos que desarrollaran en la naturaleza se había creado en dos laboratorios, y sendos artículos, en las revistas Science y Nature debían comunicárselo al mundo.

ESO NO SE DICE
Sin embargo, en una actuación sin precedentes, el comité asesor del Gobierno estadounidense para temas de bioseguridad, el NSABB, contactó el pasado diciembre con los directores de las dos publicaciones para recomendarles que no sacaran los estudios a la luz. La intervención del NSABB se explica porque ambas investigaciones habían sido financiadas por las arcas de EEUU a través de sus Institutos Nacionales de Salud. Sus argumentos: el temor a que “personas, organizaciones o estados malintencionados” utilizaran la letra impresa como receta para crear un arma biológica. Según expresaban, este supuesto, o un escape fortuito del virus recién generado, podría provocar una pandemia más mortal que la gripe de 1918, en la que fallecieron más de veinte millones de personas. Las alas de la polémica empezaban a desplegarse.

Las menciones a la censura de la ciencia colisionaban con apelaciones a la protección de la salud pública, y las opiniones a favor y en contra pasaron de la conveniencia de la publicación a la cuestión de si debían permitirse este tipo de estudios. En medio de la tormenta, los directores de Science y Nature propusieron publicar una versión “recortada” de los textos iniciales, siempre y cuando se garantizara que las instituciones pertinentes y los científicos que la necesitaran justificadamente recibieran la información íntegra. Fouchier, Karawaka y otros 37 investigadores de su campo acordaron una moratoria de dos meses en sus trabajos, lo que daba oportunidad a un proceso de debate sobre los ángulos espinosos del asunto.

El órgano más adecuado para presidir ese debate, la Organización Mundial de la Salud, convocó a mediados de febrero una reunión de las partes directamente implicadas, en la que se acordó ampliar indefinidamente la moratoria investigadora y publicar los textos completos, tras un período de información al público y de debate especializado.

EL RIESGO DE LA CENSURA
En cuanto a la publicación de los datos, el principal temor expresado por el NSABB, una reproducción del virus con fines terroristas, podría hacerse realidad, pero “necesitaría herramientas tan sofisticadas técnicamente y una formación tan buena en virología de la gripe, que quien los tenga podría generar los virus por sí mismo, sin necesidad de copiar la secuencia genética de esas revistas”, en opinión de Adolfo García-Sastre, investigador especializado en gripe, de la Facultad de Medicina Mount Sinai de Nueva York (EEUU).

Por su parte, Itziar de Lecuona, investigadora del Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona, recuerda que “un principio fundamental en investigación es que el científico publique sus resultados de forma completa, para que otro pueda reproducirlos y los valide así”. Saltarse este precepto solo estaría justificado “con un acuerdo de la comunidad internacional”, añade.

Esta tendría que considerar, además, que restringir la difusión de los datos podría dificultar el cumplimiento del Programa de Gripe de la OMS. En él se especifica que los países más afectados por la gripe aviar y con mayor riesgo de pandemia natural, que proporcionan las cepas de virus para la investigación, deben beneficiarse de esta. La mejor manera de garantizar esa contraprestación es la transparencia.

¿DAÑAN O AYUDAN?
En cualquier caso, la peligrosidad real de los nuevos patógenos no se conoce realmente. Hasta ahora, solo ha trascendido que el virus de Kawaoka no produjo ninguna muerte entre sus hurones, mientras que el propio Fouchier explicaba el 29 de febrero ante la Asociación Americana de Microbiología que en sus experimentos “el virus mutado resultó muy letal al inocularlo en dosis muy elevadas en los pulmones de los hurones, pero ninguno de los siete animales que lo contrajeron por vía aérea enfermó de gravedad”. Tampoco sabremos por experimentos en qué medida llegarían a afectar a las personas.

Sin embargo, estos trabajos pueden aportar datos muy valiosos para luchar contra la evolución de los virus gripales en la naturaleza. “Nadie sabe cuánto tarda un virus en hacer un salto completo de una especie a otra. No se trata de un fenómeno repentino, sino de un proceso de muchas pruebas y errores, hasta que se seleccionan algunos con más probabilidades de propagarse eficazmente en la nueva especie”, explica Raúl Ortiz de Lejarazu, director del Centro Nacional de la Gripe, en Valladolid.

La OMS tiene establecido un sistema de vigilancia para detectar cuanto antes ese potencial salto, y Fouchier aclaraba en la mencionada charla que las cinco mutaciones que coinciden en los dos nuevos virus “voladores” ya se han observado por separado en cepas naturales. “Conocer tanto esas mutaciones como los mecanismos responsables de la transmisión de un virus en distintos modelos animales nos facilitaría identificar en la naturaleza los virus susceptibles de transmitirse en humanos”, opina García-Sastre, “y para eso se necesita más investigación”.

Además de ayudar a detectar antes un supuesto brote transmisible en humanos, los rasgos genéticos de los H5N1 de diseño servirían para ir elaborando nuevos antivirales y candidatos a vacunas. De momento, existe tratamiento para la gripe aviar en humanos, así como opciones de vacunas. Si se iniciara el contagio de personas, estas habrían abierto camino para elaborar la apropiada, que, “como todas las vacunas de gripe, también la estacional, que se renueva cada año, tardaría unos seis meses en estar en el mercado”, indica Ortiz de Lejarazu.

De momento, la comunidad internacional tendrá que determinar la mejor forma de gestionar las llamadas investigaciones de aplicación dual (porque sus efectos dependen de la intención con que se usen), para que la sociedad pueda aprovechar sus beneficios minimizando sus riesgos. Itziar de Lecuona puntualiza que en absoluto se trata de comenzar de cero, “porque ya hay un sistema de controles éticos a través de comités que evalúan cada investigación”. Habrá que adaptarlos a la acelerada evolución de la biotecnología, pero la propia existencia de un debate público puede ser buena señal.

Primer autor

El equipo de Ron Fouchier creó un virus capaz de transmitir la gripe de un hurón a otro por el aire. El estudio fue presentado en Malta, en septiembre de 2011, ante un grupo de expertos europeos en gripe, pero todavía no está publicado..

Ingeniería genética

Según los datos que han trascendido sobre el proceso seguido por Fouchier y su equipo, el primer caso consiste en practicar al virus en laboratorio tres mutaciones ya conocidas que le permiten replicarse con más facilidad en las vías respiratorias altas de los hurones. Se contagia más por contacto.

De un hurón a otro

Ese virus se coloca por goteo directamente en la nariz de otro hurón. Prolifera en el aparato respiratorio de este y los investigadores lo aíslan de las mucosas para inyectarlo en otro animal.

Capacitado para volar

Cuando se ha repetido diez veces el proceso, el virus es capaz de salir y propagarse por el aire, introducirse en el hurón de la jaula de al lado y replicarse en él.

Rasgos de identidad

Esos virus tienen muchas mutaciones nuevas, pero dos coinciden en todos ellos. Las tres mutaciones iniciales más esas dos comunes se han visto aisladamente en aves en la naturaleza.

Nivel de peligrosidad

Se ha publicado que la tasa de mortalidad de los hurones fue del 70%. Sin embargo, Fouchier ha declarado que ninguno de los siete animales contagiados por aire enfermó gravemente.

Otras creación polémica

En 2002, Eckard Wimmer y su equipo crearon el primer virus sintético: el virus de la polio. Con información de internet y secuencias genéticas que encargaron por correo fabricaron el virus de la polio y lo inyectaron en ratones, que quedaron paralíticos y murieron.

Y otra más

Tres años más tarde, J. Taubenberger publicó secuencias enteras del virus de la gripe de 1918 y T. Tumpey, A. García-Sastre y C. Basler lo reconstruyeron