Por su parte, el profesor de la Complutense ha observado, y así lo publicó en la revista Personality and Individual Differences, que los vespertinos son más amigos de los símbolos y las representaciones abstractas, lo cual los conduce a ser gente más imaginativa. Sí, son más emocionales, se abren a nuevos esquemas y por eso discrepan con más facilidad del orden establecido.

La hormona violenta
Para hallar el origen químico de esta diferencia de caracteres es bueno echar un vistazo a la hormona cortisol, que regula la adrenalina, la alerta y la respuesta de lucha. La profesora de Salud Bioconductual de la Universidad Estatal de Pensilvania Elisabeth J. Susman creyó dar con una de las claves en 2006. Susman se dio cuenta de que, entre los 8 y los 13 años, los preadolescentes más agresivos y antisociales eran los que tenían una secreción más elevada de cortisol por las tardes y noches –cuando lo habitual es que el reloj biológico les incite a producir más por las mañanas–.

Lo malo es cuando el trastorno está en el propio reloj. Porque una simple proteína puede estropear la máquina del sueño del cerebro. En 2006, el biólogo Achim Kramer, del Instituto de Medicina Inmunológica de Berlín, descubrió que madrugar demasiado puede ser un síntoma del “síndrome de la fase anticipada del sueño”, según lo bautizaron.

Resulta que una mutación en el gen PER2 hace que esa proteína fastidiosa tarde solo 22 horas en alcanzar el núcleo de las células y que, por lo tanto, “robe” al cuerpo dos horas de ciclo. Así que los pacientes de esta dolencia se despiertan antes de tiempo, pero luego están que se caen 120 minutos antes de lo normal. Eso les produce estrés, irritabilidad y falta de concentración.

Redacción QUO