Lo que se sabe hace tiempo es qué determina que nos gusten más unos horarios que otros. Para el director del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Murcia, José Antonio Madrid, el origen es: “Aproximadamente, un 60% genético y un 40% de hábitos sociales”. Es más, estamos programados para cambiar con la edad: “De pequeños somos casi todos matutinos, en la adolescencia nos convertimos en muy vespertinos, hacia los 30 o los 40 nos estabilizamos en un cronotipo, y a los 50 ó 60 volvemos a ser tempraneros”, cuenta el fisiólogo.

Además, “la situación geográfica, la relación entre hora local y solar, y los habitos familiares y condicionantes laborales pueden modular las tendencias de cada uno”. Aun así, uno puede entrenarse para cambiar, siempre que no sea de un cronotipo muy extremo.

Otra novedad está en los detalles de quién dirige la maquinaria de este reloj. Las órdenes de “actuar” salen de los dos núcleos supraquiasmáticos que tenemos en el hipotálamo. Pero en 2007, un investigador de la Universidad Politécnica de Cataluña descubrió qué actúa como temporizador de esas instrucciones. Jordi García Ojalvo, del Departamento de Física e Ingeniería Nuclear, descubrió que dos moléculas (denominadas SM y FBM) eran la clave. Se sabía desde 2005 qué reacciones se daban dentro de las células durante 18 horas, pero se ignoraba qué ocurría hasta completar las 24 del ciclo circadiano. García vio que la molécula SM se va acumulando en el núcleo, hasta que llega un momento en que induce a que dos proteínas se separen, que es lo que remata esas 6 horas misteriosas.

La cronoterapia
Unas veces por causa de trastornos, y otras porque simplemente el mundo está pensado para los madrugadores, lo cierto es que la sociedad ha alumbrado lo que los especialistas llaman el “jet-lag social”. Es gente cuyo reloj biológico no se ajusta a la vida de la sociedad; y la UE tiene en marcha el Proyecto Euclock para estudiar sus efectos. Sus avances se aplican en las llamadas cronoterapias, que tratan de afinar a qué hora es más eficaz cada medicamento. Y qué pena que se acabe la página, porque son las siete de la tarde y yo empezaba a tener un subidón…

Redacción QUO