Isabell vio su nueva cara en el espejo y, todavía dolorida tras la operación, les dijo a los cirujanos: “Muchas gracias”. La frase podría haberla dicho una de las 100.000 españolas que cada año, por un retoque aquí o allá, pueden decir que estrenan rostro fruto de una operación de estética. Isabell lo decía con más propiedad.

En noviembre de 2005 pasó a la historia por ser la primera mujer que recibía un trasplante de cara procedente de cadáver después de que un perro le destrozara la parte inferior. Cuatro años después, dos hospitales españoles, La Fe de Valencia y Virgen del Rocío de Sevilla, tienen preparado el operativo para realizar una intervención similar en nuestro país antes de que acabe el año. Solo falta el donante; los receptores, tres, ya están seleccionados.

Son protagonistas de la última frontera que ha rebasado la medicina con respecto al rostro: conseguir encajar los vasos, nervios y músculos de la cara de un donante con los de un receptor y lograr que el nuevo tenga expresión. Los primeros ensayos de microcirugía se hicieron hace 40 años, al mismo tiempo que veían la luz los medicamentos que evitan el rechazo de cualquier órgano trasplantado, ambos imprescindibles para que esta cirugía de vanguardia haya sido posible.

Detrás quedan casi dos mil años de avances en los que la medicina ha buscado denonadamente, o bien la eterna juventud, el objetivo de la cirugía estética, o bien corregir los destrozos traumáticos producidos en un rostro, por ejemplo, por un accidente, el fin de la cirugía plástica y reparadora.

A una nariz pegado

La corrección nasal del Antiguo Egipto hoy es una de las operaciones más frecuentes de estética: en España, 35.000 personas al año entran en el quirófano para cambiar la forma de su apéndice nasal. La primera descripción documentada de una rinoplastia data de 1597: Gaspare Tagliacozzi detalla en 22 grabados un paso a paso de cómo “fabricaba” una nueva nariz trasplantando piel de la parte interior del brazo.

Aunque la idea era acertada, la técnica no estaba depurada, y en muchas ocasiones el tejido no quedaba bien fijado. A pesar de eso, a Tagliacozzi se le considera el padre de la especialidad. Su visión de las intervenciones es plenamente actual: “Restauramos, reparamos y hacemos completas aquellas partes del rostro que la naturaleza ha provisto pero que la Fortuna ha quitado, no tanto para el deleite del ojo, sino para que eleve el espíritu y alivie la mente del afligido”.

Redacción QUO