La respuesta nerviosa exagerada no implica un peligro para la supervivencia, siempre que los reflejos correctos también sean estimulados a la vez; por eso perviven en la evolución. ¿Será aquí donde yace el origen del estornudo? ¿Será una cuestión evolutiva?

Todo esto no es más que una hipótesis, no un hecho establecido, enfatiza Bhutta, y lo seguirá siendo hasta que no inventemos nuevos instrumentos para estudiar la actividad de vías nerviosas individuales en humanos vivos. Es una opinión de la que se hace eco Louis Ptácek, neurogenetista de la Universidad de California en San Francisco (EEUU). “La gente habla como si supiera qué diablos está pasando”, dice. “En realidad, no lo sabemos.”

Pero esto no hace que Ptácek esté menos interesado en el estornudo fótico. Existen paralelismos entre ciertas enfermedades y este tipo de reacciones. “Sabemos, por ejemplo, que algunas personas con epilepsia sufren un ataque si haces parpadear una luz estroboscópica delante de ellos”, dice Ptácek. Esto es una versión más generalizada de la respuesta sobreexagerada a un estímulo lumínico que tienen quienes padecen estornudo fótico.

El hecho de que esta reacción sea tan común y que resulte casi con toda seguridad un rasgo heredado podría ser una oportunidad única para entender esas confusiones neurológicas.

Ptácek cree que la conexión del estornudo fótico con la clase de enfermedades que él estudia, como la epilepsia, significa que hace falta un cambio de percepción. “A veces, para descubrir cosas que te hacen exclamar ‘¡caramba!’ en ciencia”, dice, “te tienes que dejar guiar por la nariz”.
Desde una habitación en penumbra, pensando sólo en el origen del estornudo pero no en sexo ni en comer chocolate, yo diría “¡salud!” a eso.

Redacción QUO