El ombligo, esa peculiar oquedad de la que se dice que dio forma a los tortellini, puede ser un indicador de salud re­productora. Eso es, al menos, lo que sugiere Aki Sinkkonen, de la Universidad de Helsinki.

En un sorprendente estudio, publicado recientemente en The FASEB Journal, Sinkkonen apunta que: “La simetría, forma y posición del ombligo pueden usarse para valorar el potencial reproductor en mujeres fértiles, incluyendo el riesgo de transmisión de ciertas anomalías genéticas”. Más aún: a su juicio, esto podría explicar “por qué esta parte de nuestro cuerpo tiene un valor estético, y por qué ha desempeñado un papel u otro en las distintas culturas”.

De alguna manera, viene a decir, el hecho de que nos sintamos atraídos por los ombligos ovalados y rasgados no es una cuestión de modas, sino una estrategia más de supervivencia de la especie.

Detrás de Madonna

No será un asunto de estar o no a la última, pero resulta difícil de creer que, detrás de la fiebre del hesodashi en Japón, que ha llevado a que decenas de miles de orientales pasen por el quirófano para remodelarse el ombligo, se oculte una razón evolutiva. No. Las japonesas, cuyo ombligo es redondito lo que quieren es tenerlo como Madonna. Fue ella quien, con aquellas primeras y míticas exhibiciones de su abdomen, conmocionó a la sociedad nipona, y también quien influyó en que las adolescentes de medio mundo muestren hoy sin pudor esta parte de su anatomía.

Madonna propició esta moda, pero detrás están también otras cuestiones sociológicas. En su libro La mujer desnuda, el antropólogo Desmond Morris se refiere a la Ley de Cambio de las Zonas Erógenas, una norma que afirma que las jóvenes siempre querrán exhibir una parte de sus cuerpos, pero que esta exhibición irá pasando de una zona del cuerpo a otra. En otras palabras: si ahora la mujer lleva pantalones y se cubre las piernas, tenderá a mostrar otra zona como reclamo erótico. Y en estos momentos, el énfasis se sitúa en el vientre.

Objeto de deseo

“El vientre femenino siempre ha sido una zona tabú, no porque sea en sí mismo extraordinariamente erótico, sino por estar tan íntimamente relacionado con la región sexual primordial, situada justo debajo de él”, escribe Morris. “La ropa que lo deja al descubierto atrae la mirada hacia abajo, a la región genital.

Por tanto, en el mundo occidental la ropa de diario ha cubierto tradicionalmente esta zona, pero en los últimos años ha surgido una nueva moda que lo deja al descubierto. Esto ha sacado el vientre femenino de su escondrijo y lo ha convertido en un nuevo foco de atención masculina.”

Pero al mismo tiempo, también se ha convertido en una fuente de insatisfacción: no hay michelín, por pequeño que sea, que resista unos pantalones de tiro bajo combinados con un top inusitadamente corto. Sin posibilidad alguna de camuflaje, no es de extrañar el auge de gimnasios, productos cosméticos, tratamientos estéticos e intervenciones quirúrgicas encaminadas a conseguir un vientre plano.

“Ya no acuden a operarse solo las mujeres que han tenido hijos y que, como consecuencia de los embarazos, tienen distendida la musculatura del abdomen”, apunta el doctor Ezequiel Rodríguez, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética.“Es muy frecuente que vengan chicas cuyo único problema es el de la grasa. Y por supuesto, también acuden muchos hombres”.

Porque en esta ocasión, las mujeres han pasado la pelota a sus compañeros: la exaltación del vientre como objeto de deseo se ha trasladado también a la estética masculina, y hoy no hay torso varonil que se precie que no exhiba unos abdominales bien marcados. La mítica chocolatina. Pero, atención: los michelines van mucho más allá de la cuestión estética, y no hablamos del socorrido tópico de que el sobrepeso es malo para la salud.

Un cinturón de grasa

Desde hace unos años se ha establecido que una cintura mayor de 88 centímetros para la mujer y mayor de 102 para el varón es el indicador de que padece lo que en medicina se conoce como obesidad abdominal. Una obesidad que va estrechamente ligada a la diabetes y a las enfermedades cardiovasculares.

El asunto es que la grasa que se deposita en torno a la cintura no es tan inofensiva como la que se asienta en otras zonas de nuestro cuerpo. Así lo explica Basilio Moreno, jefe clínico de Endocrinología y Nutrición del Hospital Gregorio Marañón, y jefe de la Unidad de Obesidad del mismo hospital: “La grasa subcutánea es más inocente; podríamos decir que es solo grasa, sin más.

Pero la que se deposita alrededor de las vísceras tiene mucha más repercusión: no es, como pensábamos hasta hace unos años, un mero depósito más o menos antiestético. Esta grasa es una glándula endocrina capaz de segregar sustancias que van a dar lugar al síndrome metabólico y que, en consecuencia, van a poner a los pacientes en riesgo de desarrollar diabetes, enfermedades cardiovasculares y, posiblemente, también demencia”.

La mente, en forma

Se refiere el doctor Moreno a una investigación llevada a cabo por la empresa Kaiser Permanente, en Oakland (Estados Unidos), según la cual, los agraciados con la curva de la felicidad presentan un riesgo mayor de padecer en­fermedades neurodegenerativas tres décadas después.

Los resultados, aseguran los científicos, mostraron que aquellos individuos que tenían sobrepeso y un abdomen muy prominente eran 2,3 veces más propensos a desarrollar demencia que las personas con un peso y una barriga normales, y que los obesos con un gran abdomen tenían 3,6 veces más riesgo de demencia que los de medidas “estándar”. Más allá de esta investigación, la relación entre grasa abdominal y demencia podría explicarse por mero sentido común.

Así lo entiende el doctor Hugo Liaño, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Puerta de Hierro: “La persona que tiene una gran barriga suele ser alguien con unos factores higiénico-dietéticos insanos: no hace ejercicio, su dieta es rica en grasas, a menudo su colesterol y su tensión están elevados… Es la obesidad de quien se ha descuidado”.

Y se sabe que estas personas padecen con mayor frecuencia accidentes cerebrovasculares pe­queños (microinfartos), arterioesclerosis y apneas del sueño (que también perturban la oxigenación del cerebro) que quienes cuidan su dieta y hacen ejercicio. “Total, que tienen muchas más probabilidades de llegar a tener un síndrome de deterioro de las funciones intelectuales con el paso de los años”.

Así pues, a cuidarse tocan. Porque aquí, ay, no hay liposucción que valga. “Con una liposucción eliminamos grasa subcutánea, que no tiene nada que ver con la que tenemos alrededor de las vísceras, pegada a riñones, hígado… la que da lugar a los problemas. Para eliminar esta grasa peligrosa, es preciso que el sujeto adelgace como consecuencia de un tratamiento integral, y no de uno local, como la liposucción”, explica el doctor Moreno.

También puede aplicarse un tratamiento preventivo. ¿En qué consiste? En evitar el estrés. Según una investigación publicada en Psychosomatic Medicine, las personas que sufren situaciones de estrés acusadas y tienen un estado de ánimo negativo acumulan más grasa abdominal. Al parecer, en esta situación el cuerpo activa una hormona llamada hidrocortisona, relacionada con la metabolización de los hidratos de carbono, las proteínas y las grasas.

Si nos hemos liberado del estrés y seguimos teniendo el flotador, no nos queda más remedio que aplicar la terapia tradicional, que consiste en mejor alimentación y más ejercicio físico. También se cuenta con medicamentos indicados para abordar la obesidad metabólica, que actúan sobre la grasa abdominal y, por tanto, son una ayuda clave para eliminarla.“Pero, por supuesto, no están indicados para personas que no tienen enfermedades metabólicas asociadas, sino solamente sobrepeso”, puntualiza el doctor Moreno.

Para estos últimos, David Xinczenko, uno de los nuevos gurús del abdomen masculino, recomienda en su libro La dieta del abdomen un menú a base de carbohidratos buenos, grasas saludables y proteínas magras, y controlar lo que comemos en las horas de trabajo: sustituir los calóricos snacks de la máquina por discretas cantidades de nueces, cereales, frutas y sopas deshidratadas que tengan un alto contenido de fibra.

Dos sexos, dos pieles

También pueden resultar de ayuda los nuevos tratamientos cosméticos para tonificar el abdomen. “Hace años se orientaban a mujeres, y ahora también los demanda el varón; son los productos estrella de nuestra línea masculina”, señala Carolina Llopis, directora de Comunicación de Germaine de Capuccini. De hecho, el perfil del cliente que se preocupa por su abdomen cada vez es más joven: tiene entre 18 y 30 años, y es entusiasta del gimnasio, en el que se machaca todos los días de la semana.

Dieta, ejercicio y cremas… ¿Demasiado lento? Para quienes quieren ir más deprisa, pero sin pasar por el quirófano, los centros de estética ofrecen tratamientos como mesoterapia, ra­diofrecuencia, electroestimulación e ultrasonidos.

En unos casos, estas técnicas sustituyen a los ejercicios abdominales; en otros, ayudan a disolver los adipocitos y a eliminar grasa. Son tratamientos costosos, sin duda, pero que, combinados con una buena alimentación y algo de gimnasia, nos ayudarán a lucir un hermoso ombligo rasgado en el centro de un abdomen incitante y seductor.

Redacción QUO